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proceso de colonizacion y explotacion de los recur-
sos del nuevo continente que se prolongará en sus
formas mas primarias durante tres siglos.
ElOcéanoseráel “campodebatalla”de lasarma-
das de los nuevos imperios que pugnan por su control
sabedoras dequeel quealcanceel control de las rutas
y caminos del mar tendrá la hegemonía sobre tierra.
El traslado por Felipe II en 1563 de la Real Audien-
cia y con ella la Capitanía General del Reino de
Galicia desde Santiago de Compostela a la ciudad
de A Coruña es todo un síntoma de la relevancia
de las ciudades que tienen la condición de Ciu-
dades litorales, convertidas en ciudades frontera
desde el punto de vista político-militar. De acuer-
do con las concepciones del nuevo modelo estas
pequeñas ciudades medievales costeras deberán
dotarse de atributos, instituciones e instalaciones
militares-defensivas correspondientes a una nueva
escala de trabajo que transformarán el dominan-
te carácter civil y ciudadano del espacio medieval.
Desde el siglo XVII en la Francia de Enrique IV, las
murallas de París comenzaron a perder su valor de-
fensivo y sobre ellas se construyeron paseos arbo-
lados: bulevares. La “línea de defensa” de la capital
fue desplazada a las fronteras del estado centraliza-
do bajo la monarquía absolutista surgiendo a modo
de satélites una constelación de “ciudades fortaleza”
que fijaban los nuevos límites político-territoriales.
En el Estado absolutista español, las ciudades ga-
llegas A Coruña, Vigo, y Baiona, y la Nueva Pobla-
cion de Ferrol por su condición de ciudades-frontera
o en el caso de Ferrol como nueva ciudad creada
para ser la sede de la Capital del Departamento
Maritimo del Cantábrico serán consideradas “pla-
zas fuertes” convirtiendose en “puntos fortificados”
de una “linea de defensa” que las convertirán en
los siglos XVII, XVIII e incluso en la primera mitad
del XIX, en objeto de proyectos de fuertes, castillos,
amurallamientos bastionados, baterías que respon-
den a una percepcion de “la ciudad como peón de
una primera línea de un potencial frente de batalla”.
Escenarios de posibles confrontaciones bélicas,
en el tradicional enfrentamiento de las monarquías
española e inglesa, desde la ingeniería militar se
proyectan los elementos infraestructurales exigidos
para este nuevo rol. El trazado medieval de la mura-
lla que reflejaba en su forma la del lugar, y los terre-
nos vacantes anexos de titularidad de la ciudad (los
“Campos”) serán ámbitos preferentes de actuación.
Se consuma así la ocupación por la administración
militar de los amplios campos comunales, estable-
ciendo en el interior del conjunto ciudad-arrabales
una auténtica frontera de separación: Los “Campos”
son el soporte sobre el que se construiran cortinas,
baluartes, medias lunas, fosos, contraguardias,
glaxis,… que abarcan una franja de 150 metros de
anchura, a los que se añaden otros 170 metros (200
varas) de Zona Polémica de servidumbres militares
sobre una parte significativa del caserío del arrabal.
La franja de suelo ocupado por las nuevas fortifica-
ciones y sus servidumbres anexas rodeando a la
ciudad tienen mayor superficie que la propia ciu-
dad. La escala de la intervención es enorme com-
parada con el reducido tamaño de las poblaciónes.
El límite pasa a ser frontera en el interior del espa-
cio urbano constituido por la ciudad y su arrabal.
Los Campos se “militarizan” pasando a for-
mar parte fundamental del sistema defensivo.
El caso de La Coruña
Tomamos el caso coruñes como ejemplo de la ac-
cion sobre una ciudad ya existente, con un arrabal
consolidado y donde las consecuencias derivadas
de la forma adoptada en coherencia con el nuevo rol
va a impedir el normal proceso de contiguidad en el