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crecimiento por anillos, típico de las ciudades medie-
vales europeas, que iban incorporando e integrando
los arrabales en las sucesivas fases de crecimiento.
A Coruña, una pequeña ciudad, demográficamente
hablando, en los siglos clave del Imperio Español,
crece de los 1000 vecinos, en 1571, a los 2000 en
1754 (entorno a 8.000 habitantes). La observacion
de la planta de la ciudad en el siglo XVIII nos muestra
un extraordinario numero de edificios especializados
destinados a servir efizcamente a la nueva funcion.
Emplazados en sumayoría en los bordes de la “Plaza”
y mas concretamente en la amplia franja de espacio
entre las murallas medievales y barrocas, alcanzan
una gran superficie de la cidade amurallada y son un
sintoma del alto nivel de especializacion alcanzado
en una etapa madura, que ni siquiera es seguido pola
intensificacion de las relaciones comerciales con el
exterior, sino, contemporaneamente, por las funció-
nes de carácter administrativo de ámbito regional
desarrolladas en el curso dos últimos dous seculos.
A pesar de la excepcional posicion atlantica del
Portus Magnus Artabrorum, Galicia y sus ciudades
quedan al margen durante 250 años (1500-1750), en
cuanto desarrollo economico y urbano se refiere, del
favorable escenario de las relaciones con América y
la explotación colonial de los nuevos territorios.
Se propicia en cambio, la hipertrofia de las in-
fraestructuras militares en el ámbito de una ciudad
que a mediados del siglo XVIII no alcanza los 8.000
habitantes: los Castillos de San Antón (1590), San
Diego (1630) y Santa Cruz (1630), las Baterías de
Oza y de Adormideras (fines del XVIII), la Maestran-
za de Artillería, …los múltiples proyectos de amura-
llamiento desarrollados hasta la primera mitad del
XIX, son fieles testigos de la hipertrofia de lo “mi-
litar” en una etapa histórica en la que en las ciuda-
des europeas florece la economía, se produce la ex-
pansión urbana y tiene lugar la difusión de la cultura
arquitectónica y urbanística renacentista y barroca
que se está a expandir por el continente y a la que
las ciudades litorales gallegas permanecen ajenas.
La condición de Plaza Fuerte con la muestra de sus
atributosmilitares enprimer plano (Murallas, Castillos,
Fortificaciones), su utilización como fondo de campos
de batalla y de maniobras, serán referencias obliga-
das y protagonizarán las composiciones pictóricas,
los grabados y dibujos que en una progresiva aproxi-
mación a la ciudad mostrarán esa nueva identidad de
“Ciudadfortaleza”de laotrora“comunidadciudadana”.
El siglo XVIII será el tiempo de la ejecución de una
serie de proyectos infraestructurales que, entre
otros aspectos, fijan la forma del límite de la Pes-
cadería en su frente a la Bahía: las “Murallas de
mar” a lo largo del Cantón Pequeño y Cantón Gran-
de (1740, Torbé 1765, Ricaud 1769), los proyectos
para el frente de tierra de la Pescadería desde la
Puerta de la Torre de Abajo hasta Puerta Real, de-
muestran que el viejo arrabal comienza a ser “vi-
sualizado”. Una serie de propuestas fallidas de
extensión de la ciudad sobre el arenal (Montaigú
1723, Llovet 1752, La Ferriere 1736) son un signo
inequívoco de las expectativas generadas entor-
no al puerto como motor del desarrollo económico.
Expectativas que no se cumplirán mas que en par-
te y ya en la segunda mitad del siglo XVIII: La de-
signación de A Coruña como base de los Correos
Marítimos (1764), los tardios privilegios para comer-
ciar con América y la creación del Real Consulado
Marítimo y Terrestre (1785) crearán un nuevo esce-
nario. Sin embargo, el Imperio iniciara ya su ocaso.
Será en su nueva condición de nudo de la red de
ciudades-puerto con relaciones ultramarinas entre
ellas con Yucatan y Campeche, la que abrirá las
puertas al nacimiento y consolidación de una bur-
guesía comercial que inicialmente en su alianza con
el absolutismo posibilitará la germinación de nuevas
5 Como lo atestiguan importantes vi-
viendas, cuevas y tumbas de militares
destacados, en valles cercanos.