INTRODUCCION
Los resultados de los trabajos de esta investigación se orientan a señalar la
necesidad de recuperar la ciudad para la vida, considerando el sentido
ciudadano que estos espacios conllevan, sus tejidos sociales como parte
constitutiva del fenómeno ciudad, ratificando lo que ha sido puesto de relieve
desde hace ya bastante tiempo acerca de que la intervención en la ciudad no
puede ser comprendida sólo en su dimensión edilicia y urbanística; esto es
que no hay construcción de ciudad sólo en las formas físicas.
Mucho menos ahora que la condición actual de los espacios abiertos públicos
es que estos son
territorios en confrontación
, al expresar las
contradicciones de distinto orden en
el desarrollo histórico de la ciudad y sus
diversos sectores. Puesto que desde los distintos orígenes fundacionales de
la ciudad los espacios abiertos han obedecido a distintas lógicas de
organización y de ocupación, orientándose a cumplir su papel como parte
constitutiva tanto de las estructuras materiales como simbólicas de la
sociedad. Los espacios abiertos públicos han sido desde los orígenes los
sitios para el cumplimiento de una serie de condiciones que giran al menos
en torno a tres ejes: el de la funcionalidad que les es atribuida desde la
concepción con la que es entendida la ciudad, el de la relación con la
naturaleza que está implícita en estas concepciones y finalmente el referido a
la correspondencia de las prácticas sociales con las prescripciones, esto es la
efectividad de la coercitividad simbólica o de la fuerza para hacer cumplir
esos ordenamientos en el uso de los espacios abiertos. El carácter
confrontado de los espacios públicos deriva de que en ellos y a través de
ellos se construye y representa lo social, al desplegarse en ellos los rituales
del discurso y la práctica del poder frente a la informalidad de las prácticas,
las resistencias y la subversión de lo permitido que realizan los otros grupos
sociales.
En los espacios abiertos, mediante su forma física y sus maneras de uso, se
expresan y configuran los distintos proyectos que confluyen en la
construcción de la ciudad, y en esos procesos definen sus características en
función de las concepciones subyacentes en cada una de sus intervenciones,
ya sea para hacer visibles los contornos del armazón de la ciudad que el
proyecto de la razón ordenadora prescribió, como para el establecimiento o
modificación de los límites físicos y sociales en las dinámicas de control y
regulación urbana, de reconfiguración o creación de nuevas relaciones morfo-
tipológicas acordes con el nuevo carácter del espacio público que
incorporaba a la naturaleza domesticada, de los nuevos caracteres de lo
público que formularon las modernidades de los siglos XIX y XX, hasta las
caóticas configuraciones de la posmodernidad.
Naturaleza y Ciudad. Los jardines
públicos de la ciudad de México.
RESPONSABLE DEL PROYECTO:
C
elso Valdez Vargas
Algunos rasgos de la ruptura.
Así, en los tiempos prehispánicos los espacios abiertos se insertaban,
coexistían y eran constitutivos de una trama jerarquizada bordada sobre el
lago para hilvanar las distintas elevaciones geográficas y configurar un más
amplio territorio de la ciudad; siendo espacios en los que concurrían desde la
ritualidad hierática y la integración de la naturaleza como marco de las
actividades vitales de la subsistencia, profanas y sagradas.
Decía Ángel Rama que la ciudad americana era resultado de un parto de la
inteligencia; efectivamente la de la razón ordenadora que se concretaría en
los inicios de la fundación en hacer visibles los límites que el proyecto de
ciudad prescribía, mediante un despliegue apresurado de señales
discontinuas al asignar lotes a los colonos que empezaban a hacer aparecer
la existencia de las calles y los limites frecuentemente transgredidos de las
plazas y plazuelas. De esa apresurada imperfección del trazado habría de
derivar la primaria conclusión de la ciudad de fundación: la necesidad de
ajustar y corregir su geometría mediante una delirante y permanente
obsesión por regularizar y alinear. La disputa por los espacios abiertos tuvo
como eje fundamental el fantasma de las sublevaciones indias, aunque no
estuvieron ajenos a ésta las ambiciones de los conquistadores por apropiarse
del espacio público.
Desde esas tempranas épocas las distintas vertientes del poder se
desplegaron tanto en los espacios privados como en los públicos en una
expresión física de su presencia, frente a las formas de uso y de vida de los
grupos populares en una constante batalla entre lo permitido y sus
transgresiones. Así, en los espacios abiertos públicos que en su carácter
mutable fueron objeto de tratamientos diferenciados, compartieron sitio los
rituales religiosos oficiales, las invocaciones a la santa protección para aliviar
a los habitantes de la ciudad de las frecuentes inclemencias de la naturaleza,
con un conjunto de prácticas y presencias que no cuadraban a las formas de
uso prescritas, tales como la existencia de indios dentro de la traza, la
ocupación persistente de plazas, plazuelas y calles, la venta ilegal de la
producción artesanal clandestina de los “rinconeros”; los festejos y desmanes
derivados de ellos por la embriaguez, desnudez y falta de higiene de los que
tanto se acusaba a las clases populares.
La continuidad de la voluntad ordenadora y la lucha por el control del espacio
público se expresaron también en fechas posteriores; las distintas geometrías
del poder del despotismo ilustrado conservarían esa intención ordenadora de
algunos rasgos de la forma de la ciudad, pero sobre todo de sus prácticas
sociales, teniendo como eje la transformación de ciertos ámbitos de la
realidad urbana, acorde en principio con la intención de adecuar el espacio
público a las concepciones barrocas de teatralidad, de escenario de la
representación social y posteriormente a las líneas de fuerza de la
modernización neoclásica. Por ello, la inclusión de la naturaleza como
componente de la estructura de la ciudad daría pie al cambio de carácter de
algunos espacios abiertos a través de la creación de paseos arbolados, junto
con los intentos de aderezar el espacio público, en particular las calles, en
una serie de discontinuos intentos de reforma urbana.
DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIÓN Y CONOCIMIENTO
CÍRCULO DE ESTUDIOS: Utopía y Diseño.
N-156