PROYECTO N-
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NATURALEZA Y
CIUDAD
. Los jardines públicos de la
ciudad de México.
El nuevo carácter asignado a los espacios abiertos de la ciudad
decimonónica estaba vinculado a dos cuestiones fundamentales: al
tránsito hacia la paulatina, aunque muy lenta, democratización que
experimentaron estos durante el siglo XIX, además de la conciencia cada
vez más clara del papel jugado por el espacio público en la definición de
los proyectos de los distintos grupos sociales y por otro lado a la
vinculación con la naturaleza dada la aceptación que esta tenía para las
difundidas concepciones higienistas propia de la época, ocupando para
ello los espacios públicos sobre todo las plazuelas para la creación de
jardines como sitios de la sociabilidad burguesa en construcción no sin
contradicciones. Los intentos decimonónicos de crear nuevas realidades
urbanas con la inclusión de la naturaleza domesticada en la ciudad
tendría un importante papel, al profundizar los procesos de arborización
del espacio público, junto a las seculares acciones de regularización,
ampliación y alineamiento de las calles.
Después de la Independencia, los festejos por ese evento habrían de
ocupar diversas calles y la Plaza Mayor para sus manifestaciones con
arcos triunfales efímeros y otras parafernalias, remarcando el carácter
festivo que podría asumir el espacio urbano. Una importante excepción
mostraba el despunte de una nueva concepción en el tratamiento de los
espacios abiertos: los distintos intentos de arborizar dicha plaza a partir
de 1840. Un nuevo sacudimiento de orden social trastocaría las formas
de uso de los espacios públicos, cuando fueron sitio para la resistencia de
los batallones populares que hostilizaban al ejército invasor en 1847 y, en
particular los paseos, resentían las acciones bélicas de defensa de la
ciudad. Más fuerte aún sería el impacto de las reformas liberales sobre la
estructura de la ciudad al descongestionar su estructura viaria; la
fragmentación de los núcleos conventuales tuvo también como resultado
la creación de nuevas manzanas, la reconfiguración de algunas ya
existentes, la transformación de las estructuras parcelaria (al menos en
algunas zonas) y de la propiedad, así como la creación de nuevas calles
y plazuelas y la modificación de otras.
La entronización del 2° Imperio sería otro punto de corte en la
transformación de los espacios abiertos públicos con la creación del
Jardín de la Plaza Mayor hacia 1867, pero sobre todo por la creación por
Maximiliano del Paseo de la Emperatriz, después rebautizado como de la
Reforma. Éste también intentaría cambiar la fisonomía de los espacios
públicos de la ciudad con la intervención sobre las calles con arborización
y con la emisión de una serie de disposiciones reglamentarias con las
cuales pretendió acotar los usos y prácticas sociales en los espacios
abiertos, como en el entonces recién creado Paseo de la Reforma.
Posteriormente se transformarían otros espacios públicos: las plazuelas
con la creación de jardines en ellas.
Durante el porfiriato se ratificó el nuevo mecanismo de creación del
espacio público conformado por el fraccionamiento de terrenos para la
formación de colonias desde mediados del siglo XIX. El territorio de las
nuevas áreas de espacio habitable a incorporarse a la ciudad estaba
sujeto a las lógicas de los particulares definiendo así una diversidad de
soluciones en cuanto a las características de estos espacios; la definición
de las calles y las plazas en los nuevos proyectos oscilaba entre la
voracidad por lograr una mayor lotización del terreno en detrimento del
espacio público y la generación de plusvalías con tratamientos referidos a
algún modelo de urbanización extranjero o de moda como en los cortes
en pancoupe en las cabeceras de manzana.
Seducida por la modernidad y sus signos tecnológicos, la ciudad del siglo
XX pretendió ser moderna y dejar atrás lo que pudiera recordarle el
origen campesino de muchos de sus componentes, tratando de despojar
a los espacios abiertos de todo aquello que representara la persistencia:
de las estructuras físicas, comportamientos y conductas sociales
consideradas como propias del atraso y en las que podían verse los
patrones de diferenciación de los grupos sociales.
Se pretendió concretar su transformación por distintas vías: la de su
estructura física, la del carácter de las prácticas y las formas de uso en
los espacios públicos,
y la de agudización de una forma de entender la
relación con la naturaleza. Objetivo fundamental de la intervención sobre
los espacios abiertos fue la pretensión de mejoramiento de su geometría
regularizando, abriendo, prolongando y ampliando sus calles,
conservando la obsesión por los alineamientos, cambiando los pocos ríos
aun existentes por vías rápidas y autopistas con la intención de dotar de
mayor continuidad y fluidez a la trama viaria.
El establecimiento de un nuevo parámetro de definición de las escalas y
formas de la ciudad empezaba a ser otro, el automóvil; los resultados
fueron que las calles y otros espacios abiertos empezaron a dejar de ser
sitios para la convivencialidad de los ciudadanos, que sacudidos por el
vértigo de los automóviles paulatinamente fueron despojados de sus
espacios. En la época actual los espacios abiertos públicos están
determinados por una serie de condiciones, entre ellas estarían en primer
lugar su pertenencia a una ciudad que es instituida en un paralelaje por
los poderes formales y las prácticas y usos de los distintos grupos
sociales; y en ese sentido podríamos decir que de manera más profunda
está determinada por los rituales del caos incluyendo entre ellos la
virtualización de la realidad.
Estos espacios han perdido sus antiguos caracteres y conllevan ahora los
de la precariedad en el tránsito urbano y la dificultad de ser sitios de la
convivencialidad. Pues la ruptura de las formas de representación y de
vida han desplazado la convivencia familiar hacia los seductores espacios
del mercado; así la calle, la plaza, los jardines públicos han sido
sustituidos por el Mall; los espacios públicos tienden a ser espacios
yermos que sirven sólo al tránsito, carcomidos por la lógica del
funcionamiento y la movilidad, son cada vez más despojados de su
condición de la convivencialidad y lo lúdico para ser eficaces mecanismos
de la transportación y la ganancia en una concreción de lo alienado.
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