Ángel José Fernández
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govia, García Ascot, etcétera, que han salido y vuelto a sus casas
de México. Muchos se han ido a radicar a diversos sitios de la geo-
grafía norteamericana y europea, en donde se han destacado, sobre
todo, en el campo de la cátedra o el trabajo intelectual; Francisca
Perujo y Enrique de Rivas han radicado en Italia (en Florencia la
primera; en Roma el segundo); Segovia compartió domicilio duran-
te los últimos años de su existencia en Francia o España y México.
Gerardo Deniz ha sido, además de poeta, letrado, filólogo, críti-
co y melómano; Francisco González Aramburu, traductor; César
Rodríguez Chicharro y José Pascual Buxó se han desempeñado
como editores, traductores, comentaristas de textos, y han sido ex-
celentes profesores, investigadores y humanistas; García Ascot fue
publicista, guionista, actor, cineasta, musicólogo, gigoló; Segovia
era traductor, además de narrador y dramaturgo; Alberto Gironella
fue, sobre todo, pintor y narrador; Nuria Parés ha sido modelo de
pintores, guitarrista concertista y profesional, y también ama de
casa; Roberto Ruiz, novelista; Carlos Blanco Aguinaga, el filósofo
del exilio, novelista y crítico, además de historiador y sociólogo de
la literatura; Angelina Muñiz-Huberman “primero fue narradora,
ensayista, traductora, investigadora y docente”, luego ha explorado
en la poesía; Rico Galán, cómo no recordarlo, además de activista
político fue extraordinario periodista (será imposible concebir mi
infancia sin los artículos que, puntualmente, don Víctor publicaba
cada semana en la revista
Siempre!,
y que leía yo en la peluquería,
junto con las revistas
Jajá
o
Casos de Alarma);
Inocencio Burgos,
además de santo bebedor y poeta, fue dibujante y pintor de forma-
ción autodidacta; Luis Rius fue catedrático y teórico de la literatura;
Enrique de Rivas ha sido funcionario e historiador literario, y prac-
tica una poesía de tema y estilo culto, con reminiscencias clásicas;
Manuel Durán, ha sido catedrático y, como Rodríguez Chicharro,
excepcional cervantista. Federico Patán ha combinado la cátedra
con la traducción y el periodismo literario. En fin, una señora gene-
ración que ha pasado a las grandes ligas de la República de las Le-
tras Mexicanas.
Sin afanes ni retos menendezpelayanos por mi parte, puede de-
cirse que, además de las improntas de León Felipe y Emilio Prados,
que ya han sido señaladas por el crítico, y que se han dado, quizás a
través de las marcadas influencias ejercidas por Prados, en la poesía
del grupo parece perdurar la mensajería poética, el tono, a lo mejor
la nostalgia de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, y más de
éste que de aquél, tal como ha operado en los poetas de allende la