Jorge Gallo García
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que rigen la vida en sociedad. Organiza partidas de tenis y cacerías
sólo por agasajar a sus invitados. Por otro lado, Lady Callander
acostumbra mostrar sus finas y valiosas joyas en las reuniones; cui-
da al máximo todos los detalles del castillo y, por supuesto, al ser
una dama de sociedad que tanta importancia le da a las formas, no
puede aceptar que un animal, por muy fino y educado que sea, se
encuentre y comparta el espacio con los invitados. Finalmente, Cyn
thia se parece más a su padre que a su madre.
Por su parte, para Cynthia, el caballo representa el vigor y la vi-
rilidad, el despertar sexual de la adolescente. Él, brioso y lleno de
vitalidad. Ella, joven, bella y también llena de vida. Ella lo abraza,
lo besa, lo monta y por horas se pierden en el bosque, con la com-
placencia del padre y la duda de la madre. Incluso, el padre no ha
visto con buenos ojos a los pretendientes de la joven y la madre des-
confía del lazo estrecho y afectivo que nace de su hija con la bestia.
Pero el nombre del caballo es
“
Dreamer
”,
soñador, en inglés, lo que
refuerza el concepto espiritual que Tario sigue en sus relatos. Final-
mente el caballo es, al igual que los humanos reflejados en el ro-
manticismo,
un caballo espiritual.
Pero el ciclo culmina y uno nuevo tiene que empezar; termina el
invierno y el caballo huye. Con la primavera comienzan las estacio-
nes nuevamente y una nueva existencia está en puerta.
Y un buen día cambió la estación y volvió a llenarse el campo de flores.
Y después de uno de aquellos deliciosos paseos, Lord Callander vio,
desde la terraza, que la pequeña Cynthia regresaba sola. Era la hora del
crepúsculo. Entonces sacó su pipa del bolsillo y se la llevó a la boca.
Por primera vez en treinta años, un grave gesto de preocupación asomó
a sus ojos. Y cosa nada común en él: titubeó sensiblemente antes de dar
un paso. Pero en seguida bajó las escaleras, donde reinaba un silencio
mortal. Al verle, ella echó a correr y se arrojó perdidamente en sus bra-
zos, sin contener su llanto. El caballo había huido. Había escapado
inexplicablemente, como asustado de sí mismo.
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El caballo cabalgó con fuerza, inclusive volteó para ver lo que deja-
ba a atrás y con más bríos corrió, dejando un gran vacío tanto en
Cynthia como en el padre. Pasaron dos años y ella no lo podía olvi-
dar, pero la vida tiene que seguir y ella comenzó un noviazgo con
un hombre rico, refinado y de su misma clase, pero era un hombre
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Ibíd
., p. 278.