Los suicidad en la literatura - page 289

Jorge Gallo García 
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que rigen la vida en sociedad. Organiza partidas de tenis y cacerías
sólo por agasajar a sus invitados. Por otro lado, Lady Callander
acostumbra mostrar sus finas y valiosas joyas en las reuniones; cui-
da al máximo todos los detalles del castillo y, por supuesto, al ser
una dama de sociedad que tanta importancia le da a las formas, no
puede aceptar que un animal, por muy fino y educado que sea, se
encuentre y comparta el espacio con los invitados. Finalmente, Cyn­
thia se parece más a su padre que a su madre.
Por su parte, para Cynthia, el caballo representa el vigor y la vi-
rilidad, el despertar sexual de la adolescente. Él, brioso y lleno de
vitalidad. Ella, joven, bella y también llena de vida. Ella lo abraza,
lo besa, lo monta y por horas se pierden en el bosque, con la com-
placencia del padre y la duda de la madre. Incluso, el padre no ha
visto con buenos ojos a los pretendientes de la joven y la madre des-
confía del lazo estrecho y afectivo que nace de su hija con la bestia.
Pero el nombre del caballo es
Dreamer
”,
soñador, en inglés, lo que
refuerza el concepto espiritual que Tario sigue en sus relatos. Final-
mente el caballo es, al igual que los humanos reflejados en el ro-
manticismo,
un caballo espiritual.
Pero el ciclo culmina y uno nuevo tiene que empezar; termina el
invierno y el caballo huye. Con la primavera comienzan las estacio-
nes nuevamente y una nueva existencia está en puerta.
Y un buen día cambió la estación y volvió a llenarse el campo de flores.
Y después de uno de aquellos deliciosos paseos, Lord Callander vio,
desde la terraza, que la pequeña Cynthia regresaba sola. Era la hora del
crepúsculo. Entonces sacó su pipa del bolsillo y se la llevó a la boca.
Por primera vez en treinta años, un grave gesto de preocupación asomó
a sus ojos. Y cosa nada común en él: titubeó sensiblemente antes de dar
un paso. Pero en seguida bajó las escaleras, donde reinaba un silencio
mortal. Al verle, ella echó a correr y se arrojó perdidamente en sus bra-
zos, sin contener su llanto. El caballo había huido. Había escapado
inexplicablemente, como asustado de sí mismo.
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El caballo cabalgó con fuerza, inclusive volteó para ver lo que deja-
ba a atrás y con más bríos corrió, dejando un gran vacío tanto en
Cynthia como en el padre. Pasaron dos años y ella no lo podía olvi-
dar, pero la vida tiene que seguir y ella comenzó un noviazgo con
un hombre rico, refinado y de su misma clase, pero era un hombre
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Ibíd
., p. 278.
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