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Tema y Variaciones de Literatura 40
Marcelino encendía la luz y todo estaba en perfecto orden; la ha-
bitación sola, con las cosas tal y como las había dejado, listas para
la convención de su trabajo, sin embargo, apagaba la luz, en las pe-
numbras, nuevamente arremetía ese rumor, que le inquietaba, le lle-
naba de miedo y de angustia. Intentaba atraparlo, aplastarlo con un
zapato, o simplemente ver de qué se trataba, pero esa realidad fu-
nesta, mágica y hasta macabra desaparecía con el solo hecho de en-
cender nuevamente la bombilla. Simbolismo que enfrenta la razón
contra la imaginación. El mundo real, de los sentidos y la concien-
cia, que se encuentra en la iluminación, con la luz alumbrando una
habitación de hotel, y la oscuridad donde sale el otro, donde los sen-
tidos flaquean y lo abandonan a la suerte de su imaginación, de su
subconsciente, de sus miedos, y lo que parece ser sólo un rumor sin
importancia, que a lo mucho le incomodará mientras el sueño le
vence, se convierte en una obsesión, en una cacería que finalmente
lo llevará a la muerte.
Ya para esas horas su imaginación ahíta había dado paso a la
grosera idea de que pudiera tratarse de un ratoncito. Sonrió por se-
gunda vez y advirtió que un reloj público daba la hora. Las tres. En
algún momento de aquella noche había escuchado las dos. A la ma-
ñana siguiente tendría lugar la asamblea de camiseros, y esto se le
antojó ya excesivo. Con ademán desafiante dio la luz, resuelto a po-
ner fin a la broma.
—¡Basta ya! — ordenó en voz alta, aunque sin saber muy bien a quién
dirigía la amenaza.
Con la luz, por no variar, el rumor cesó de golpe. Don Marcelino,
entonces, apretó los puños, se estremeció de arriba abajo y procuró se-
renarse. Apagó de nuevo. Y con el pensamiento puesto en la asamblea,
se dispuso a dormir, sin ningún miramiento. Ya empezaba a coger el
sueño, lo tenía prendido así, de un ala, cuando el inefable rumor volvió
a hacerse presente. Se taparía con las mantas…
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Para terminar el punto, retomemos a Chevalier:
[…] señalemos que la alquimia, y de manera más general la doctrina
hermética, descansa sobre el esquema del intercambio perpetuo entre
cielo y tierra por el mecanismo de la evolución, o ascensión, seguido de
la involución, o nuevo descenso. Es, en otras palabras, el cielo del re-
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F. Tario,
op.cit.
, pp. 223-224.