Felipe Sánchez Reyes
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Esto origina que surjan compañías independientes o exploradores,
mexicanas o aliadas a empresarios gringos, que arriesgan su dine-
ro, su trabajo en una actividad de resultados inseguros, a veces, la
pérdida completa del honor personal y del capital familiar. Todo
ello propiciado por las mismas compañías, para que inviertan me-
nor dinero, obtengan mayores ganancias y compartan las pérdi-
das, como sucede en las obras analizadas.
Estas compañías independientes con poco dinero, en relación
a las dos grandes empresas, representan para ellas ahorro de cer-
tidumbre al elegir la localización de un pozo y de gastos a perforar.
Pues, una vez obtenida la producción, ellas compran al precio que
ellas mismas fijan de común acuerdo, porque son las únicas com-
pradoras posibles y disponen de oleoductos, y el especulador no
protesta. Las compañías independientes gastan hasta su último
centavo en la perforación, si fracasa, el pozo se ve en apuros,
como sucede en la obra de Monterde. En esta zona aparecen tres
tipos de especuladores independientes.
Uno, el de los arrendatarios, que, afirma José López Portillo,
“para lucrar se hicieron de una porción o fracción del lote de un
predio, porque en la Faja de Oro la fortuna fue más caprichosa,
hubo arrendatarios de predios de dos mil o más hectáreas que
nada obtuvieron; en cambio hubo predios de parcelas de cuatro
que lograron millones” (p. 122).
Dos, el de los inversores jóvenes, estudiantes citadinos, que
exponen sus tierras y su dinero, a partes iguales con el extranjero.
Monterde destaca en su obra cómo la ambición de un hijo, edu-
cado en la ciudad y aconsejado por un empresario texano, lo orilla
a conformar una compañía, después de escuchar el canto melo-
dioso del sirenio gringo: “Si haber petróleo, fifty-fifty: a medias. Si
no ¡yo pierde todo! (p. 44)”. El extranjero incrementa su ambición
cuando le informa, “un pozo produce mochos millones de barriles
¡cada barril está one peso!... Wonderful business (p. 39)”. Enton-
ces decide invertir y arriesgar todo el dinero de su familia, ahorrado
por generaciones, en pozos petroleros, sin importarle las conse-
cuencias.
Y tres, el de los especuladores adultos que invierten todo su
capital, pensando en obtener millones, como acontece con el in-
versionista don Samuel, explotador de indios huastecos y de me-
retrices, personaje de la obra de Puig Casauranc. Él invierte de dos
maneras: en un caso cede sus lotes, “he cedido ya cincuenta de
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