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Tema y variaciones de literatura 42
pañías, quienes crean refinerías de primeros destilados que traba-
jan día y noche en Tuxpan y Tampico, vigiladas por las guardias
blancas. El pozo de Cerro Azul no. 4 –propiedad de Doheney– es
uno de los mantos petroleros más productivos a nivel mundial,
pues obtiene una producción –al 31 de diciembre de 1921– de
más de 57 millones de barriles.
Así en la segunda década del siglo, México, por medio de es-
tas compañías, llega a una producción de más de 193 millones de
barriles y coloca al país como segundo productor mundial, gracias
a sus yacimientos de la Faja de Oro. Pero, como es de esperar, este
auge petrolero acarrea grandes consecuencias negativas para la
población indígena y para la región: los extranjeros eliminan a los
nativos de su propia tierra, de su paraíso, para arrojarlos al infierno
gringo, negro, como lo veremos a continuación en los seis daños
que originan.
DESPOJO DE TIERRAS
Los empresarios gringos e ingleses compran y cuentan con el apo-
yo de los gobiernos locales, federales y guardias blancas para ad-
quirir las tierras en esa región. Roban como ladrones, adquieren
contratos ventajosos por un plato de lentejas a los indígenas o se
las compran a centavo por hectárea, para revender el metro cua-
drado a miles de dólares. Recurren de modo ilegal a engaños,
secuestros o crímenes, para obtener enormes ingresos con el tras-
paso de lotes.
Contratan a coyotes, agentes, abogados, notarios, gerentes,
para rebajar los precios de sus tierras y torcer la voluntad del indio
en las cantinas o burdeles del Barrio de la Unión; o a usureros que
“con falsos juicios de sucesión despojan a los indios propietarios
de las tierras, les hacen firmar, a fuerza de engaños, de bebida al-
cohólica o ante la amenaza del rifle.”
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Cuando esos métodos no les funcionan, entonces obligan por
la fuerza a vender sus terrenos, los secuestran y recurren al exter-
minio de la familia, como sucede en la obra de Monterde: “He sa-
bido de familias humildes, dueñas de tierras situadas en la región
petrolera, que fueron destruidas hasta no dejar vivo uno solo de
sus miembros, porque se negaron a vender sus propiedades. Hoy
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Puig Casauranc, José Manuel,
op. cit
., p. 52.
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