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sus necesidades en materia de áreas verdes,
instalaciones deportivas o recreativas.
Conviene señalar aquí que estos procesos y de–
mandas, difieren suslancialmcnte dc los que se ge–
neran en las colonias perifíricas de reciente urbani–
zación, las que suelen evaluarse en términos de dé–
ficits cuantitativos. En el caso de la Ciudad Central,
los déficits - cuando easten - no se comparan con
las carencias masivas que se registran en ta perife–
ria de la Metrópoli. En algunos casos, incluso, se
presentan superávits, como en el caso del equipa–
miento educativo de nivel medio en la delegación
Cuauhtémoc.
A partir de una lectura de los programas dc
mejoramiento elaborados en los últimos años para
algunas áreas del centro de la Ciudad, se despren–
de que los déficits en materia de equipamiento ur–
bano son más bien cualitativos; de rehabilitación
y/o ampliación. Destacan los inadecuados equipa–
mientos sociales, culturales y recreativos. Estos dé–
ficits no se pueden deducir de tablas de diagnóstico
basadas en "normas", sino de las demandas dc la
población consultada para la elaboración de pro–
gramas de mejoramiento. Por ejemplo, la mayor
proporción de mujeres que trabajan en el centro de
la ciudad genera una mayor demanda de guarde–
rías. Si bien es cierto que el cuidado dc ¡os niños
encuentra alguna forma de solución, en la vecindad
tradicional, los cambios en las relaciones de ayxida
mutua generadas en las nuevas unidades habitacio–
nalcs det programa'", tenderán a incrementar la de–
manda de este servicio.
Otra demanda de la población apunta hacia la
creación de equipamientos socio-culturales que re–
suelvan la difícil integración social de la juventud.
Bajo distintos términos - "centro de capacitación",
"centro de reunión y convivencia", "bibliotecas",
"centro socio-cultural", "Peña", etc. -, estas deman–
das están referidas al desarrollo social de los jóve–
nes.
La gran inlensidad de uso del suelo y la exist–
encia de una vialidad muy cíinflictiva, motivan una
demanda reiterada de espacios ab'crlos para la re–
creación y el esparcimiento. Otras demandas se re–
fieren al equipamiento cxistenlc y sus insuficiencias.
El progresivo deterioro de las instalaciones requie–
re dc acciones de rehabilitación; una necesidad hoy
en día más sentida por la población, ya que los sis–
mos de 1985 revelaron dramáticamente el riesgo
que representan para sus usuarios, sobre todo cn el
caso de las escuelas.
i
Hacia una Itegeneración Urbana de los tiarríos
y
colonias
dt
IH
Cludut)
Central ?
La dinámica de transformación urbana que ini–
ció el programa RHP cn los barrios populares del
centro dc la Cüudad, encontrará un apoyo cn las ex–
pectativas dc la población beneficiada .íobre su
cn-
torno barrial. Estas expectativas se pudieron explo–
rar a través dc varias preguntas planteadas en las
entrevistas colectivas realizadas en 40 conjuntos ha–
bitacionales, rehabilitados o reconstruidos por el
programa". Las respuestas que se registraron pue–
den agruparse alrededor de tres temas básicos.
Lo que está cambiando en la Colonia
La opinión unánime fue que el cambio mayor
es el concerniente al aspecto físico del espacio
construido. Las fachadas de las nuevas viviendas hi–
cieron que el barrio tuviera "otra vista", que fuera
más "bonito y atractivo". Esta opinión emerge des–
pués de muchos años de sentirse relegado como
"barrio bravo", "marginal" o "decadente'. Los grupos
entrevistados quisieron pen.sar que este cambio en
el aspecto de su barrio inició su integración a la
ciudad: "mucha gente de fuera ya no sentirá temor
de entrar a la colonia".
El cambio "dc fachada" tendrá que profundi–
zarse a nivel de las relaciones sociales y de los com–
portamientos para que haya mejoría social y econó–
mica. Sobre este pumo se expresaron opiniones en–
contradas. Por un lado, se pensó que "el aspecto
superficial" de la colonias está cambiando pero el
modo de vida no; "hay mucha agresividad y prosti–
tución". Es más, algunos hasta acusaron a RHP de
frenar el cambio social, "ya que reubica gente que
es drogadicta y ladrona". Aquf, la integración a la
"ciudad desarrollada" parecería implicar un proceso
segregativo y la expulsión de los que no entienden
que tienen que cambiar su forma de vida. Estas
opiniones fueron expresadas por grupos del barrio
dc La Merced, cn donde la problemática social se
volvió muy lensa a raí/ del traslado de las bodegas
a la nueva Central de Abasto.
Otro grupo, que parece ser mayoritario, mani–
festó una visión
más optimista: "la experiencia de los albergues
hizo que !a gente valorará más sus viviendas, cam–
biando inclusive su forma de vida". En general, se
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