decía que debía enslir alguna relación entre reno–
vación habitacional
y
renovación social; "se están
cambiando las construcciones viejas por nuevas, es-
U> va a hacer que la gente cambie para bien", "las
calles ,se ven más limpias, también disminuye el
pandillcrismo".
Lo
que tendría que
Cambiar
en la
Colonia
En estrecha relación con las expectativas de
cambio social y con el mejoramiento dc la imagen
del barrio, los grupos entrevistados plantearon cin–
co temas básicos.
Primero, se expresó la necesidad de conquistar
¡a respetabilidad del barrio: "Que ya no se escuche
hablar de
la
Morelos como una guarida de malvi–
vientes". "Que cs un barrio respetable y serio a pe–
sar de que viven personas humildes". Este objetivo
pasa por los cambios dc la mentalidad y dc la acti–
tud frente a la vida: "debe cambiar la gente en su
forma de pensar, sobre lodo los vagos, los alcohóli–
cos y los drogadielos"; "lanío los habitantes como
U>s comerciantes deben darle u la colonia un presti–
gio positivo"; "liabrfa tpic cambiar a la gente que es
transa".
Segundo, se reconoció el problema de la pobla–
ción no residente conflictiva. Aquí, los habitantes
enfrenlan una característica de los barrios centra–
les, a saber, la existencia de una gran masa de po–
blación flotante, que no vive en el barrio y sobre la
cual no existe control. "Los vagos y malvivientes que
le han dado fama a Tepilo no son de aquí y vienen
de otros lugares a desprestigiar la colonia". Se lien-
de entonces a buscar acciones represivas; se pide
una mayor vigilancia, que se erradique el pandillc–
rismo y que se asegure la seguridad de las mujeres
contra violaciones.
Tercero, opinaron que se deberían clausurar
los establecimientos conflictivosr "Que desaparezca
tanta camina > hotel de mala muerte", "ojala quiten
las pulquerías, cantinas y hoteles"; "que se cierren
tantos bares y centros nocturnos que atraen a gente
dc afu.ra todas las noches, la cual es muy agresiva
y violenta"; "que no hubiera tantas pulquerías, siem–
pre hav borrachos tirados". Eslos reclamos se diri–
gieron a las autoridades, por lo que se deduce el
sentimiento dc impotencia y la ausencia de control
social
Cuarto, se pidió el reordenamienlo y limpi
^;7^)
de ios espacios abiertos. La "nueva imagen" del ba–
rrio incluiría la limpieza de las calles y la elimina–
ción de la basura dc los baldíos. Las calles peatona–
les no parecen .ser una alternativa acogida por la
población: ningún grupo ¡a mencionó. Se señaló so–
lamente el aspcelo conflictivo del tianguis callejero
para los comerciantes establecidos.
Quinto, 1я escasez de áreas verdes^ de recrpp
y
i\sparcimipnin se abotdó en forma muy genérica pe–
ro reiterativa: "áreas verdes", "deportivos popula–
res", "parques para los niños", eran las formas más
socorridas de expresar el deseo de un mejoramien–
to del medio ambiente. La arborización de las ca–
lles no se incluyó en las demandas, como tampoco
la de los predios baldíos.
Lo que habria que cuidar que no cambiara
Esla pregunta constituye una l'orma indirecta
dc percibir 1
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que la población beneficiaria valoriza
dc su entorno barrial. Apareció, primero cl lema
del "arraigo" social y cultural. La aspiración a la re–
novación urbana, el mejoramiento social y a la inte–
gración a la Ciudad, no debería significar la pérdi–
da dc identificación con un espacio específico, el
"barrio": "que no cambiara la colonia en su esencia";
"no debe dc cambiar nada, ni las tradiciones del ba–
rrio", "cuidar el espíritu de barrio, la gente se cono–
ce desde niños".
Integración, sí, pero a través del reconociraien-
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de la individualidad del barrio: "lo que no debe
dc cambiar, porque es una tradición de muchos
aí.os, es el famoso mercado de Tcpito, el cual es
conocido no solamente a nivel nacional sino tam–
bién internacional".
En segundo término, los entrevistados cnlista-
rui; el equipamienlo urbano que disfrutan: metro,
hospitales, mercados, iglesias, bibiiotccas. En la co–
lonia Guerrero, algunos grupos mencionaron el pa–
trimonio arquitectónico, lo cual conviene subrayar
por su novedad, en cuanto a valoración popular y
no solarne me por parte de funcionarios del I NAH
o del INBA.
Por valiosas que sean, estas opiniones de la po–
blación beneficiaria del programa no son suficientes
para evaluar cl proceso de transformación urbana
iniciado por el programa RHP. Como se ha seña–
lado anteriormente, tal prtKeso no se concretará