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estos años, a principios del siglo XIX, cuando como
parte del plan de defensa se volvieron a proyectar;
la garita de Peralvillo (Ver Figura 3. Puerta principal
garita de Peralvillo y Figura 4. Puerta segunda de
la garita de Peralvillo) tendría una doble puerta, una
junto a las construcciones aduanales (la de mercan-
cías y la de pulques) y la otra para cerrar la muralla.
Ambas tendrían un vano central para el paso de ca-
rros, carretas y animales, y dos laterales estrechos
para el tránsito de peatones; las puertas de las gari-
tas de La Candelaria, San Lázaro y Vallejo tendrían
solo un vano para el acceso de todo tipo de tráfico
(Ver Figura 5. Puerta garita de San Lázaro).
Finalmente, los insurgentes jamás llegaron a
las puertas de la ciudad ni sus habitantes se vieron
en peligro. Al término de la guerra, el Ayuntamiento
ordenó el derribo de los muros, el relleno de los fo-
sos y el de las zanjas abiertas sobre las calzadas. La
primera fortificación destruida fue la de la garita de
Belén para dar paso a la entrada triunfal del Ejército
Trigarante en 1821 (Ver Figura 6. Entrada del Ejército
Trigarante por la garita de Belén).
23
Las garitas, por
su parte, volvieron a recuperar el uso fiscal para el
que habían sido edificadas y no dejaron de funcionar
sino hacia 1896, cuando se suprimió definitivamente
el cobro de la alcabala y fueron vendidas a particula-
res para ser utilizadas como casas-habitación.
24
Aunque el anhelo de amurallar la ciudad de
México nunca se cumplió, en el imaginario de los
funcionarios virreinales siempre estuvo presente. Los
términos “extramuros” e “intramuros” encontrados
reiteradamente en los documentos de la época dan
cuenta de ello, pero fueron las expresiones “garitas a
afuera” o “garitas para adentro”, usadas también por
las autoridades, las que describieron las condiciones
reales de la ciudad en el siglo XVIII.
Una ciudad delimitada por una serie de cons-
trucciones, que en sentido estricto marcaban la juris-
23 AHDF, Capillas y garitas, vol. 494,
exp. 2.
24 En la actualidad se conserva par-
te del edificio colonial de la garita de Pe-
ralvillo, donde convergen el Paseo de la
Reforma y la calzada Peralvillo; y la cons-
trucción, ya muy modificada, de lo que
fuera la garita de San Lázaro, sobre la
Avenida Congreso de la Unión.
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