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un proyecto ideal y ambicioso. El autor de esta idea
fue el propio superintendente de la Real Aduana, Mi-
guel de Páez, quien consciente de la relevancia de
la obra expresó con elocuentes palabras su opinión,
reflejo del pensamiento racionalista imperante en la
época:
Conviniendo que en empresas de la magnitud de
ésta, y que han de ser para la posteridad, un indi-
cante del siglo e ilustración de los que intervinieron
en ellas, se advierta materialmente en cuanto sea
dable la regularidad matemática, no he omitido la
tengan en lo posible los lados de la muralla…con
tal designio he dispuesto se adapte el área del cer-
co, a una exacta elipse u óvalo, pues sería notable
defecto quedase una figura totalmente irregular y
desagradable.
8
En el dibujo se representa en planta, la muralla
y los accesos a la ciudad que quedarían abiertos; en
corte, el muro, el foso que se cavaría por el exterior
del cerco y el modelo de puente que se usaría para
salvar el foso. Se pretendía que la altura de la mu-
ralla alcanzara seis y media varas, y tres cuartas de
grueso rematada en “medio punto o bocel de cante-
ría” y estaría construida “con piedra dura de recinto
por abajo en las mismas dos varas, y todo el resto
de cal y canto”.
Sobre el diseño del puente, se representó el
escudo de la ciudad de México: el águila coronada
posada sobre el nopal y devorando a la serpiente,
y encima de éste, el emblema del monarca espa-
ñol aludiendo simbólicamente a la condición de obra
real del resguardo y a la subordinación de la ciudad
colonial a la autoridad de la corona.
El superintendente calculó que la empresa cos-
taría alrededor de un millón de pesos. Presupuesto
que incluía “las garitas nuevas, puertas de más de-
cente arquitectura, número de varas cúbicas de cer-
ca, estribos de trecho en trecho, revestimiento de
piedra negra por lo bajo y en la zanja o foso de la
circunferencia”.
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En favor del alto costo de la obra,
el funcionario argumentaba que en grandes obras
como ésta construidas para perdurar, no se debían
escatimar gastos: “ante la continua injuria de la in-
temperie y especialmente al clima de tan copiosas
lluvias y diaria alternativa de humedad y sequedad, la
economía atrae un exorbitante mayor estipendio…”
10
Al final, los funcionarios reales en Nueva Espa-
ña, concluyeron que tan ambicioso proyecto, resulta-
ba demasiado costoso para el erario y que el resguar-
do, aunque deficiente, cumplía ya con su función. En
consecuencia, el proyecto quedó archivado.
Sin embargo, la idea de amurallar la ciudad
siguió viva hasta fines del período colonial; en los
años noventa de nueva cuenta se pensó fugazmente
en la posibilidad de construir el cerco, por lo que los
funcionarios emprendieron sin éxito la tarea de en-
contrar el proyecto antes descrito. Curiosamente se
había perdido la memoria del destino del expediente
que contenía los planos; los funcionarios se pregun-
taban sobre la ubicación de los documentos y de la
“maqueta” que se fabricó en aquélla ocasión.
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La zanja cuadrada
Por estos mismos años, la política hacendaria cen-
tró su interés en sistematizar el funcionamiento de la
Real Hacienda con la intención de mejorar el meca-
nismo de fiscalización. El comandante del resguardo
argumentó que el excesivo número de garitas y la di-
ficultad para cuidar de una demarcación tan extensa
eran las causas de la ineficiencia del resguardo.
12
En
esta lógica fue que el virrey segundo conde de Revi-
llagigedo encargó en 1793, a su arquitecto preferido
y maestro mayor de la ciudad, Ignacio Castera, la
9
Idem
10
Idem
11 AGN, Archivo histórico de Hacien-
da, caja 640
12 BN, Colección de manuscritos, Ms,
452 [1389], ff. 266-284
8
Idem
1...,286-287,288-289,290,291,292-293,294-295,296-297,298-299,300-301,302-303 306-307,308-309,310-311,312-313,314-315,316-317,318-319,320