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Poco se sabe sobre los planes de la corona españo-
la para amurallar la capital del virreinato de Nueva
España en el siglo XVIII y de los proyectos elabora-
dos para su realización. Asimismo, de la presencia
de la zanja de resguardo en la ciudad y del proyecto
para reutilizarla posteriormente cuando se realizaron
las obras para su defensa, a principios del siglo XIX,
como medida de prevención ante el avance del mo-
vimiento armado insurgente y para mantener el con-
trol y seguridad de la población citadina.
El objetivo de este texto es dar cuenta de estos
proyectos, de las obras que se llevaron a la práctica
y de las razones que originaron el planteamiento de
cercar la ciudad dieciochesca, precisamente en el
momento en que la urbe colonial era objeto de pro-
yectos urbanos ambiciosos que pretendían darle a la
ciudad una imagen moderna y que cercarla podría
parecer una solución contradictoria a esta política
borbónica.
En el siglo XVI, el Cabildo había pretendido en
repetidas ocasiones rodear la ciudad con una mura-
lla que la defendiera de posibles ataques indígenas,
pero como se sabe, este propósito no llegó a mate-
rializarse y las disposiciones para su construcción
no trascendieron más allá del papel.
Las reales cédulas y los decretos para que la capital
novohispana fuera cercada, tropezaron con razones
prácticas: el alto costo de la obra y la percepción de las
autoridades virreinales de su innecesaria presencia.
Por una parte, su condición de isla lacustre le permitía
una situación defensiva natural, ya que el acceso a tie-
rra estaba restringido a tres calzadas de fácil control;
por otra parte, el virrey Antonio de Mendoza aunque
en un inicio (1533) consideró necesaria su construc-
ción, años después (1546) argumentaba que la ciudad
de México ya no precisaba de tal defensa puesto que
los religiosos mantenían pacificada la población indí-
gena a través del control de sus doctrinas.