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primeras defensas: dos fortines, uno con cinco o seis
armas de fuego a la entrada y el otro de ocho armas
de fuego cerca de la aldea.
San Felipe y la fortaleza de Santiago de Por-
tobelo se dieron por concluidos en 1600 así como el
castillo de Santiago de la Gloria sobre una terraza
que dominaba la bahía, alejado de la costa. Desde
sus troneras se dominaba toda la bahía y así el sis-
tema de nueve fortalezas entre parapetos, baterías y
reductos se completó el sistema defensivo. Antonelli
dirigió también las obras de este último fuerte, aun-
que utilizando planos de Hernando de Montoya.
En estos primeros años se construyeron tam-
bién notables edificios civiles, como el sobrio y be-
llo edificio que alojaba la Aduana para controlar el
comercio de bienes y recaudar impuestos y otros
destinados a dotar a la ciudad de la infraestructura
necesaria para sus nuevas funciones.
Durante algún tiempo, las fortificaciones se con-
sideraron suficientes. La creciente amenaza de los
corsarios aconsejó finalmente, la construcción de dos
fuertes más al fondeo de la bahía, flanqueando la ciu-
dad. Los planos fueron nuevamente encomendados
al ya anciano Antonelli, bajo cuya dirección se lleva-
ron a cabo entre 1663 y 1667 las obras del castillo de
San Jerónimo, situado al noroeste de la ciudad y el
inacabado fuerte de San Cristóbal, situado al este.
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La Batería de San Jerónimo está construida en
dos niveles de tiro tiene veinticuatro troneras, tres
polvorines y depósitos para pertrechos y artillería,
además de los cuartos para la tropa y los oficiales.
Dos pequeñas garitas destacan en sus extremos y el
acceso es a través de una puerta neoclásica.
Es notable el ritmo que le imprime a la batería
la regularidad de las dimensiones de los merlones o
macizos entre las cañoneras contiguas.
Portobelo, bautizado así por Cristóbal Colón y
a pesar de ser considerado una de las mejores pla-
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Enciclopedia Patrimonio de la Hu-
manidad. Centroamérica y Sudamérica.
Op. Cit. Pág. 80.
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