Tema_y_variaciones_44_completa - page 15

Antonio Marquet y Edilberta Manzano
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e. Del estado de postración a “empuñar el bolígrafo”, hay
una toma de control, un vuelco radical en la actitud, en
que el sujeto se empodera.
f. La escritura implica una corporeidad nueva, en donde se
establece una nueva relación consigo mismo: “[…] dolor
que le escurría lentamente por el brazo y luego por la
mano con la que escribía”. Ciertamente el dolor somati-
za, lleva a Paulina Zúñiga al hospital; la escritura también,
llevándola a una re-signación. Paulina Zúñiga escribe con
las entrañas. Tal es la propuesta radical de Severino Sala-
zar:
escribir con las entrañas
.
g. La catarsis se realiza a partir de un proceso de escritura
que drena la pérdida, la crisis y permite una re-signación.
Es importante poner en relieve la metáfora del sujeto como un al-
macén herméticamente cerrado; de vivir como almacenar. En ese
“almacén”, Crescencio Montes guarda sentimientos inconfesa-
bles. La diferencia entre el tendero de
Donde deben estar las cate-
drales
y Paulina Zúñiga radica justamente en la escritura: Paulina
se permite tomar la pluma mientras Crescencio se encierra en su
habitación para orar. La primera transforma a Pedro de Osio en
destinatario; el segundo se dirige a Dios. Sin que puedan acercar-
se a su amado, la gran diferencia entre Paulina y Crescencio es el
amordazamiento permanente de la pasión homosexual de Cres-
cencio Montes hacia Baldomero Berumen. En medio de la arena
amorosa, la escritura desata el dolor
6
y se produce cuando ya no
hay alguna posibilidad de acercarse al objeto amado: no se trata
de la opción de Jorge Semprún, la escritura o la vida; sino de la
unión amorosa o la escritura. El objeto perdido, amoroso o la tie-
rra, trasformará la labor de duelo en acto de escribir. Se escribe en
tanto que resto, desde la desesperanza, el abandono y el exilio.
Imposible reparar. Terry Holliday (“Jesús, que mi gozo perdure”)
“se da cuenta de que es un ser que lo perdió todo: perdió su ju-
6 
En la introducción a
Las aguas derramadas
, Miguel Ángel Quemain señala
que “La dimensión que Severino Salazar ha dado a la palabra dolor a lo largo de
su narrativa queda expresada con amplitud a lo largo de estas páginas. Sin embar-
go, no se trata de una queja nada más, es la exploración de una profundidad que
contempla los vínculos más íntimos, las consecuencias de nuestras decisiones. Do-
lor como una necesidad imperiosa del estar vivo, espejo del goce, atracción fatídi-
ca que sale al encuentro cuando se va en busca de la felicidad”. (48
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