mundial en las próximas décadas-, consiste aule iodo, en
implementar medidas para reducir la concepción.
En resumen, no es que las soluciones a tales desafios
transnacionales no existan, sino que los electores y los
políticos se muestran igualmente reacios a poner en
práctica los cambios que provocan costes personales a
corto plazo para conseguir beneficios a largo plazo.
Está
muy bien que, por ejemplo, los cultos y ecológicamente
conscientes suecos presionen para que se reduzcan dras
ticamente tas emisiones de CO], se impongan mayores
impuestos sobre los carburantes, se supriman las centra
les nucleares y se incremente a gтшl escala la ayuda al de
sarrollo; dadas las ventajas relativas del país, los cosies
no serán aplastantes. Pero sería políticamente muy dife
rente exigir a los granjeros de la región meridional de las
Grandes Llanuras, ya amenazados por la biotecnología y
Ы calentamiento global, que dejaran de sacar agua de los
acuíferos, cambiaran los automóviles por bicicletas, in–
virtieran en dispositivos que ahorran energía, etcétera;
también sería políticamente insensato esperar el apoyo
de tales granjeros a un incremento de la ayuda exterior
para permitir a los países más pobres aumentar su pro–
ducción agrícola. De modo similar, si bien los liberales
occidentales coinciden en que hace tiempo que sc espe–
ra la mejora del papel de las mujeres en los países musul–
manes y del África subsahariana, semejante transforma–
ción plantea un gran desafío a las culturas Ir adicionales
domitiadas por los hombres y es probable que encuentn;
una fuerte resistencia. Puesto que sería conuaproducen-
te que los países más ríeos intentaran imponer tales cam–
bios sociales, la cuestión tendrá que ser decidida por las
propias sociedades en vías de desarrollo «desde deniru>,
y en estos ámbitos sensibles los indicios apuntan a un
inminente choque entre secularístasy fundamenialisias.*
Sin embargo, aunque este libro no es un manual de
soluciones técnicas a los acontecimientos globales, es
importante hacer hincapié en tres elementos clave de
cualquier esfuerzo general tendente a preparar la socie–
dad global para el siglo xxi: el papel de ta educación, el
lugar délas mujeres y la necesidad de dirección política.
El papel de la educación
y la posición
de las
mujeres
Si mi análisis es a grandes rasgos correcto, las fuer–
zas de cambio a las que se enfrenta el mundo podrían
ser tan trascendentales, complejas e interactiva^ como
para exigir nada más y nada menos que una reeducación
de la Humanidad. Ésta no es una conclusión nueva. Los
pensadores sociales, desde Wells hasta Toynbee, han
sostenido de modo repetido que la sociedad global se
halla inmersa en una carrera entre ta educación y el
desastre: y al fin del siglo estas apuestas están más al–
tas sencillamente porque las presiones demográficas, el
daño medioambiental y la capacidad de la Humanidad
para provocar una destrucción masiva son mucho ma–
yores.
Un papel más importante para la educación impUca
muchas cosas, tanto filosóficas como prácticas. Por
ejemplo, puesto que la iimovación tecnológica crea tra–
bajos nuevos al tiempo que destruye viejos, los países
desarrollados que no posean un sistema nacional de for–
mación y reformación (siguiendo las pautas del plan de
aprendizaje de Alemania o tos métodos de Suecia de pre–
parar a los trabajadores desocupados para aprender un
nuevo oficio) es muy probable que se encuentren en una
posición más desventajosa que hoy en día. Además, no
sólo padece la productividad económica sino también el
tejido social, debido, por ejemplo, al inadecuado progra–
ma británico de formación profesional
a
a los aún menos
organizados esfuerzos estadounidenses. Pero los siste–
mas que funcionan dependen de la planiñcación y la
cooperación entre escuelas, empresas y gobierno, algo a
lo que las culturas políticas del
laissez-faire
tienen aver–
sión y a lo que los países más pobres no pueden aspirar
por carecer de reciirsos.
Con todo, los desafíos a los que se enfrentan países
como Gran Bretaña o Italia a la hora de reestructurar los
sistemas educativos no son nada comparados con aque–
llos a los que deben enfrentarse los países en vías de de-
larrollo. En Somalia, donde la tasa de alfabetización de
varones adultos es del 18 % y la femenina de un 6%, sólo