lizado ininierrumpido duranle las veinticuatro horas del
día, y cuyas sumas exceden con creces los PNB de la
mayor pane de los países. Sin embargo, el cambio más
importante se está dando en el ámbito de las comunica–
ciones globales. Hace cincuenta o sesenta años, la nidio
y la televisión estaban empezando a tener impacio, pero
sólo entre las pocas sociedades relativamente ricas; en
nuestro final de siglo, afectan a pueblos (en especial a las
generaciones más jóvenes) de todo el planeta. Además, si
en un momento se creyó que los nuevos medios de comu–
nicación incrementarían el poder de los gobiernos
(como, por ejemplo, sostuvo OrweII en
¡984).
su electo
en tiempos recientes ha sido el opuesto: romper monopo–
lios estatales de la información, traspasar lus Irunieras
nacionales, permitir a los pueblos oír y ver cómo otros
hacen cosas de modo diferente. También ha hecho a lus
países ricos y pobres más conscientes de la diferencia que
los separa de lo que era posible hace medio siglo, y ha
estimulado la emigración legal e ilegal.
Como restdtado de estos cambios, algunas comunida–
des, e incluso países enteros, parecen tener un control
cada vez menor sobre sus propios destinos. Las estructu–
ras de poder tradicionales se encuentran desconcertadas
por las tasas de fecundidad inferiores al nivel dc sustitu–
ción, la inmigración ilegal y los flujos monetarios masi–
vos; carecen de respuestas satisfactorias-o sencillamente
carecen de respuestas- a la amenaza del desempleo u
gran escala en la agricultura y la manufactura: les resul–
ta difícil impedir que las compañías se trasladen a otras
regiones u ocultar la información de la televisión y la
radio Iransnacionaies; vacilan y se preocupan ante las
consecuencias del calentamiento global. Y a la vista dc la
torpeza con que las estructuras establecidas se enfrentan
a estos desafíos, la gente responde con resignación (refle–
jada en los menguados porcentajes de votantes en mu–
chas elecciones), buscando nuevas estructuras (desde el
experimento de la Comunidad Europea al desmameia–
miento de la Unión Soviética y Yugoslavia), exigiendo
protección brente a las fuerzas globales de cambio (como
se ha visto en las presiones de los agricultores franceses
y los trabajadores textiles estadounidenses) y volviéndose
con furia contra los inmigrantes recientes. En resumen,
nos enfí'entamos de nuevo a esa «serie de sacudidas, cho–
ques y rupturas en la vida social de la humanidad» obser–
vada por
The Economisl;
y parece muy probable que ta–
les choques contimien en el futuro.
En vista de la rapidez y la complejidad de estos cam–
bios, ¿hay algiin grupo social que esté realmente «prepa–
rado» para el siglo xxj? Sin duda, existen compañías (en
todos los campos, desde los productos farmacéuticos al
sector aeroespacial) e individuos (especialmente profe–
sionales que proporcionan servicios con elevado valor
añadido) que se benefícian de los actuales acontecimien–
tos socioeconómicos y están tomando posiciones con
entusiasmo para obtener mayores ventajas. Sus perspec–
tivas son la base de ias numerosas obras optimistas de
Kenichi Ohmae, George Gilder, Ben Wattenberg y otros
que prevén una prosperidad cada vez mayor para la Hu–
manidad. Por otro lado, hay mdes de millones de indivi–
duos pobres y sin educación en los países en vías de de–
sarrollo y decenas de millones de trabajadores no
cualificados y no profesionales en el mundo desarrolla–
do cuyas perspectivas no sólo son escasas, sino que, en
muchos casos, empeoran por momunios. Su suerte es el
motivo de preocupación de los escriius pesimistas sobre
la explosión demográfíca y las catástiofes medioambien–
tales de los Ehriich, el Worldwatch Instituie y otros, y
también inspira estudios sobre las futuras tendencias vo-
cacionales y sus consecuencias sociales, como la obra de
Robert Reich. En un principio, parecería que sólo una
escuela de pensamiento tiene razón, pero podría serque
cada 1ша de ellas hubiera examinado diferentes aspectos
de un tínico fenómeno, de modo que lus optimistas están
entusiasmados por los «ganadores» mundiales, mientras
que los pesimistas se preocupan por el deslino de los
•perdedores». Pero si ambas son correctas, la diferencia
entre ricos y pobres se ensanchará datamente a medida
que nos adentremos en el siglo xxi, lo cual no sólo condu
cirá al malestar socia! dentro de los países desarrollados,
sino también a crecientes lensiones Norte-Sur, emigra-