Mientras tanto, la explosión demográfica también
produce desafíos medioambientales cua
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diferentes de los que existían hace sesenta años. Риг ьи-
puesto, en aquella época se daba una espantosa contanu-
nación en las ciudades industríales de Europa y Nuilcu-
mérica, los niveles de anhídrido carbónico iban cn
aumento y en ocasiones las protongadas sequías conver–
tían las tierras cultivables en yermos polvorientos. Peii»
durante el pasado medio siglo se ha producido un cieci-
miento exponencial en las emisiones industríales, en es–
pecial debido al intento por parte de tus paises de des^i-
rrolto reciente de crecer a toda velocidad, el drenaje de
las tierras pantanosas y los acuíferos. el ataque a los bus–
ques tropicales y el pastoreo excesivo de llanuras y saba–
nas, que en la actualidad son m.uchomás extensivos; lodo
ello sin contar las evidencias de un «efecto invi;madero>
que puede cambiar las ecologías de muchas maneras di–
ferentes. Cumu coHMicucncia de los cambios cn el clima
y la subida de los niveles del mar, se verán afectadas in–
cluso las sociedades más responsables desde el punto de
vista medioambiental. Es inconcebible que la Tierra pue–
da mantener una población de 10.000 mülones de habi–
tantes devorando recursos al rítmo de las sociedades mas
rícas de hoy -ni siquiera a la mitad de ese rítmo-. Mucho
antes de que ta población alcance ese nivel, se ocasiona–
rá un daño irreparable a bosques, reservas de agua y es–
pecies de animales y plantas, y quizá se traspasen mu–
chos umbrales medioambientales.
Otra tendencia más evidente en ta actualidad que cn
los tiempos de nuestros abuelos, es el modo en que la
tecnología está convírtiendo en superfluos trabajos ira-
dicionales, sustituyéndolos por sistemas de producción
completamente nuevos. Esto, en sí, no es mal recibido; ta
hisioría económica del mundo y de la creciente ргоьре
rídad global de la humanidad procede de la invención dc
modos nuevos y mejores de hacer las cosas, desde la pi\>-
ducción textil impulsada por vapor al diseño
de
auiumó-
viles por ordenador. Pero algunos cambios son más
aiTo-
lladores que otros, y en las próximas décadas es posible
que la revolución biotecnológica haga supeifiua la agn-
cultura tradicional, mientras la revolución robòtica cam–
bia un modo de manufactura y ima estructura de empleo
mdustríal que lian existido durante tos últimos dos siglos.
En caso de que se produzca, la transformación de la
agricultura y la manufactura tal como las conocemos no
tendrá lugar en el vacío, puesto que dicho proceso coin–
cidirá con una explosión demográfica, en la cual cientos
de millones de personas buscarán un trabajo que quizá
la agricultura biotecnológica y la manufactura automa–
tizada hayan hecho innecesarío. Ocurrirá también al
tiempo que las corporaciones multinacionales, liberán–
dose de sus raíces locales, compiten cada vez más por
cuotas del mercado global y emplean todos los recursos
(traslado de la producción, instalación de la automatiza–
ción, adopción de nuevas tecnologías ci cadas en el labo-
ratorío) para conseguir ese fin. Estas compañías están
actuando sencillamente según las «reglas» del
laissez-fai-
re capitalista, la cuestión es que algunas comunidades
locales del mundo desarrollado, y todas las sociedades
del mundo en vías de desarrollo, tendí
á n
dificultades a la
hora de aceptar la lógica del mercado global si funciona
en detrimento de ellas. En lugar de tendencias económi–
cas y tecnológicas encaminadas hacía esa globalizadora
unidad de actividad, el mundo sin fronteras, podrían
provocar tos choques comerciales y la inestabilidad que
The Economist
observaba en 1930. Asimismo, podrían
provocar enormes brotes de violencia, así como el haci–
namiento de decenas de millones de personas sin traba-
p
en las ciudades del mundo en vías de desarrollo.
La actual revolución global que se da en el ámbito de
las
hnanzas y las comunicaciones es también más inten–
sa que en la época anterior, aunque incluso entonces
hubo severas crísis monetarias y retiradas masivas de
i
.apital (como cuando a finales de la década de 1920 se
iacaron de Europa los dólares estadounidenses), que
contribuyeron a la inestabilidad y exacerbaron tas rela–
ciones interestatales. Actualmente resulta dudoso saber
ii nuestros más sofisticados controles oficiales se han
mantenido al mismo nivel que el riesgo de turbulencia fi–
nanciera derivado de im comercio elecirónico/informa-
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