TABLA
13. Tasa de alfabetización adulta femenina y tasa de
fecundidad global. Países seleccionados'^
Pais
Tasa de
Tasa de
fecundidad
alfabeíizflción
global
adulta
femenina
Afganistán
8%
6.9
Omán
12%
7,2
Rep. Árabe de Yemen
3%
7.0
Honduras
58 %
5,6
Burkina Faso
6%
6,5
Sudán
14%
6,4
Singapur
79%
1
.7
Canadá
93%
1
.7
ChUe
96%
2.7
Hungría
98%
1
.8
Thailandia
88%
2.6
T
ABLA
14. Número medio de hijos por años de educación
de la madre. Países seleccionados^^
Pais
Benin
Sudán
Haití
Ecuador
Jordania
Pakistán
Portugal
Sin educación
7+ años de
educación
7,4
6,5
6,0
7.8
9.3
6.5
3^5
4,3
3,4
2,8
2,7
4,9
3.1
1,8
En general, las mujeres de los países en vías de desa–
rrollo con siete o más años de educación -¿y quizá de las
clases más adineradas?- se casan aproximadamente cua–
tro años más tarde que aquellas que carecen de educa–
ción, muestran lüveles más elevados de uso de contracep–
tivos y gozan de tasas más bajas de mortalidad infantil y
materna,'^ de modo que tanto ellas como su descenden–
cia cuentan con mejores oportunidades en la vida. De
esto puede deducirá que un cambio en la situación de
las mujeres reduciría de modo importante el crecimien–
to demográfico en el mimdo en vías de desarrollo. Pero
¿qué probabilidad hay de que esto ocurra en esas partes
de Asia meridional, África y el mundo musulmán en que
las restricciones de género son tan pronunciadas?
En el mundo desarrollado, donde los varones mayores
se lamentan de las tasas de fecundidad inferiores al nivel
de sustitución y preguntan por qué las «mujeres brillan–
tes y cultas» tienen cada vez menos hijos (o ningimo),* el
desafío es diferente, pero sigue involucrando a las muje–
res en lo referente al papel que desempeñan en la socie–
dad. Si damos por sentado que para ninguna sociedad es
bueno que su población no consiga lenovarse -aunque
sólo sea por las tensiones producidas por el alto índice de
«dependencia de ancianos»-, los políticos que se preocu–
pan por esas tendencias quizá necesiten reexaminar sus
propias normas sociales y cidturales. En Japón, por
ejemplo, los hechos indican que una nueva generación de
mujeres cultas siente aversión ante la expectativa tradi–
cional de, una vez terminada la universidad, convertirse
en amas de casa a tiempo completo, con la misión de
criar a los niños en diminutas viviendas mientras sus
maridos están ausentes desde primera hora de la maña–
na a última de la tarde.'^ Es probable que una aversión
semejante exista en Italia y España, donde en los últimos
años las tasas de fecundidad globales han caído en pica–
do. No cabe duda de que, al menos en el caso de Japón,
la consiguiente escasez de trabajo puede en parte contro–
larse mediante el creciente uso de los robots; pero si Ja–
pón desea volver a tasas de fecundidad de sustitución, se
necesitará algo más que ajustes técnicos. Al respecto, los
políticos japoneses e italianos harían bien en estudiar el
caso de Suecia, donde, tras décadas de frenazo económi–
co, la tasa de fecundidad ha crecido claramente desde el
1,6 (1983) hasta el 2.1 (1990).'* Las investigaciones inicia-
tes de este fenómeno (que también aparece en otros paf-
• Véase más arriba, pág. 57.
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