Los suicidad en la literatura - page 167

Arturo Trejo Villafuerte 
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Cuatro
Nadie puede saber con exactitud qué ideas se cruzaron por la mente
de Luis Mocada Ivar cuando, sin razones de peso aparentes, deci-
dió quitarse la vida con un disparo de un revólver calibre 22. El tex-
to que dejó es irónico y corrosivo pero también deja ver que, en rea-
lidad, no había una razón de peso para salir por “la puerta falsa”,
como dicen algunos.
En su parte medular dice: “Me suicido porque es domingo, por-
que ayer asistí a mi velorio, porque hoy estoy ocioso y de excelente
humor. Pero si hubiera que cargarle el muerto a alguien sería a Henri-
que González Casanova. Dejo la pistola a Sergio Lugo —no vale la
pena empeñarla, maestro, es un arma barata—. Mi cuerpo a la Escue-
la de Medicina, y si hubiera sido posible mis ojos a Ray Charles”.
La idea de quitarse la vida por propia mano es tan vieja como la
humanidad y era aceptada como un designio de los dioses o cuando al-
guien cometía una falta injuriosa que no merecía el perdón de los hom-
bres. La cicuta que le hicieron beber a Sócrates fue como una forma
de cometer suicidio; muchos nobles griegos o romanos cuando eran
acusados de alguna falta u ofensa mayor tenían que quitarse la vida.
Cuando el cristianismo se vuelve religión de Estado y la idea de
un Dios todopoderoso creador de vida y muerte aparece como una
de sus bases teológicas, da base a un silogismo clásico, “Dios te da
la vida y Dios te la quita”, se restringe esa actividad que muchas ve-
ces era considerada como un acto de cobardía y en otras de valentía.
Hace algunos años se volvió famoso en Estados Unidos un mé-
dico a quienes llamaron “el doctor muerte”, porque se dedicaba a
asistir, a ayudar a bien morir a pacientes que ya estaban en etapa de
desahucio. La sociedad no es clemente con los suicidas y la familia
de ellos mucho menos: es como un estigma que se debe de cargar.
Sin embargo, quien toma esa determinación, en muchos de los ca-
sos, bien sabe lo que hace, porque no hay improvisación en un acto
que es la gran representación de la vida y que nos lleva a la muerte.
En este acto no hay engaño y quien lo hace no se puede arrepentir,
excepto cuando falla.
Cinco
En la literatura mexicana hay muchos personajes que se suicidan
pero no muchos literatos que lo hacen, aunque hay al menos uno a
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