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Tema y Variaciones de Literatura 40
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos paisaje baladí.
Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente oculto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.
No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.
Entonces el mar no es lo majestuoso externo, solamente. Es una in-
terioridad ingeniosa que puede aflorar en cualquier instante. La
poeta, las mujeres, son de agua. Líquidas en su grácil sinuosidad. Al
entregar su cuerpo al mar en su último acto de vida termina inte-
grando su interioridad a ese envolvente líquido y la totalidad se con-
suma en un acto poético. Es ese “edredón de musgos escardados”
,
que termina absorbiéndola para un siempre en un continuo apeteci-
do desde antes que tomase la decisión de internarse entre las olas de
“un mar un poco torpe” por ese ahora interminable. Así escribe su
poema “Dolor”:
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas