Nicolás Alberto Amoroso Boelcke
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que me circunda
—din don… din dan—
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el crepúsculo,
las erizadas puntas del mar.
Esa obsesión que comportaba para ella termina ironizando a la luz
del título de este otro poema “Una vez más en el mar”
.
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Es prota
gonista absoluto de la obra cumpliendo un hecho esencial en la con-
tinuidad del mundo. Espalda, pie, cabeza de una culebra sinuosa
como el propio comportamiento que se atribuye y la imposibilidad
de herirlo porque engulle.
Piel azul que recubres las espaldas del mundo,
y atas pies con cabeza de la endiablada esfera,
huidiza y multiforme culebra mudadera,
puñal alguno puede clavársete profundo.
Esponja borradora tu fofa carne helada,
la proa que te corta no logra abrir el paso,
ni a hierro marca el pozo, cuando horada tu vaso,
el redondel de fuego de la estrella incendiada.
A tu influjo terrible, mi más terrible vida
llovió sobre tus brazos su lluvia estremecida,
te lloró en pleno rostro sus lágrimas y quejas.
Si te quemó las olas no abrió huella el torrente:
fofa carne esmeralda, te alisaste la frente,
destrenzaste al olvido tus azules guedejas.
Es frío, por ello necesita del sol para transformarse mientras absor-
be el cielo. Es esponja y carne y puede colorar la propia de la dicen-
te. Tal lo expresa en “Círculos sin centro”,
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porque es una totalidad
7
Ibíd
., (
Mundo de siete pozos
), p. 121.
8
Ibíd
., (
Mundo de siete pozos
), p. 33.