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A
lfonsina
S
torni
Nicolás Alberto Amoroso Boelcke*
Mi cuerpo quería echar raíces
raíces verdes en la carne del mar.
n el Congreso Argentino, en noviembre de1938, el senador so-
cialista Alfredo Palacios, quien a los 24 años, en 1904, fuera el
primer diputado socialista de América, el único de esa corriente
política representada en la Cámara, pidió una moción de orden para
que el Organismo honrara a Alfonsina Storni. Lo hizo en el marco
de otros dos escritores que, como ella, se habían suicidado. Marca-
ba así la contradicción entre una Argentina próspera y la de estos
batos que abandonaban la vida en lugar de cantarla. Uno, Leopoldo
Lugones, quien fuese su amigo, puso fin a su vida con la ingesta de
cianuro y whisky el 18 de febrero de 1938 a la edad de 63 años, en
una isla del Tigre, “ese intricado y verde archipiélago que se alarga
al noroeste de la ciudad de Buenos Aires”.
1
El propio Borges dice
de su admirado antecedente: “Se había jactado siempre de ser el
marido más fiel de Buenos Aires. La conciencia de una infidelidad
lo llevó, dicen, a la decisión del suicidio. Esta causa no pudo haber
sido la única. Nunca una causa es única”.
2
El otro, amigo de ella, el
uruguayo Horacio Quiroga, lo hizo un año antes, el 19 de febrero de
1937, bebió un vaso de cianuro a la edad de 58 años en el Hospital
de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires, al enterarse que padecía
* Departamento de Medio Ambiente,
uam
Azcapotzalco.
1
Jorge Luis Borges, prólogo y selección,
Leopoldo Lugones, antología poética
,
Madrid, Alianza editorial, 1982, p. 8.
2
Ibíd
., p. 9.
E