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Tema y Variaciones de Literatura 40
Devorando los textos infantiles, Stefan Zweig descubre su capacidad
para jugar con la imaginación y penetrar en los misterios de la vida.
Conquista así, para siempre, una existencia propia, un destino que no se
parecerá a ningún otro, será modesto o grandioso. El libro es testimo-
nio, constituye el recuerdo de otros tiempos y lugares, y trasciende a
través de las palabras y el espacio y los años. La primera lección de lec-
tura consiste en que todo comienza y acaba en los libros, y que nuestra
propia vida es también un libro a descifrar.
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En su formación lectora, en sus estudios y en sus innumerables via-
jes por Europa irá formando el carácter individual y libre de Stefan
Zweig. La libertad del individuo será uno de los grandes temas en
sus obras y en su vida personal, como derrotero de la experiencia
vital.
El mundo en que le tocó crecer es el mundo del imperio de los
Habsburgo, de una burguesía noble y de buena cuna, de un tiempo
inmutable y ordenado que ve en las diferencias sociales una armonía
que permite vislumbrar un futuro brillante y lleno de prosperidad.
Los ecos decimonónicos del papel de la ciencia, de las fuerzas
pujantes de la economía y la historia, de la fortaleza y ampliación
de la producción industrial, de una paz conservada en los princi
pios de la razón y del entendimiento entre los pueblos, entre otros
factores, parecían apuntar a un futuro próspero y a una carrera sin
mayores obstáculos hacia el progreso y el fin de la historia.
Este sentimiento de prosperidad, fortaleza y una gran paz perpe-
tua, aparecían a los ojos de Stefan Zweig como el único horizonte
posible para Europa y el mundo, para una mañana radiante y segura,
como lo expresa en su extraordinario libro publicado póstumamente
El mundo de ayer
:
El siglo
xix
, con su idealismo liberal, estaba convencido de ir por el ca-
mino recto e infalible hacia “el mejor de los mundos”. Se miraba con
desprecio a las épocas anteriores, con sus guerras, hambrunas y revuel-
tas, como a un tiempo en que la humanidad aún era menor de edad y no
lo bastante ilustrada. Ahora en cambio, superar definitivamente los últi-
mos restos de maldad y violencia sólo era cuestión de unas décadas y
esa fe en el “progreso” ininterrumpido e imparable tenía para aquel si-
glo la fuerza de una verdadera religión.
3
2
Jean-Jacques Lafaye,
Una vida de Stefan Zweig. Nostalgias europeas,
Barcelo-
na,
alreves
, 2009. p. 17.
3
S. Zweig, o
p. cit.
p. 19.