Los suicidad en la literatura - page 193

Tomás Bernal Alanis 
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Para Stefan Zweig y su generación el mundo debía de permanecer
en un estado de reposo, de cambio permanente, pero bajo un ritmo
sosegado y apegado a los valores burgueses de la libertad, la pros-
peridad y la creación. En fin, a un mundo anclado en el respeto y el
honor, viejas ideas de la Europa monárquica decimonónica.
Este espíritu que compartió con grandes poetas y escritores
como: Emile Verhaeren, Paul Valéry, Paul Verlaine, entre otros, tex-
tos de los cuales vertió al idioma alemán, compartiendo con ellos
esa época de paz y desarrollo comercial-industrial que invadió Eu-
ropa, en general, y en particular, a Viena a finales del siglo
xix
,
como lo expone en sus memorias:
Y es que en el siglo que me tocó vivir y crecer no fue un siglo de pa-
sión. Era un mundo ordenado, con estratos bien definidos y transicio-
nes serenas, un mundo sin odio. El ritmo de las nuevas velocidades no
había pasado todavía de las máquinas –el automóvil, el teléfono, la ra-
dio y el avión– al hombre; el tiempo y la edad tenían otra medida.
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Son el cruce de culturas en la Europa media, la tierra del Danubio,
el florecimiento cultural y material, el camino innegable de una
prosperidad comercial las que dan pauta para que Viena se convier-
ta en una capital cultural, en un crisol de manifestaciones que van
desde la ópera a la arquitectura, de los valses a los asomos del van-
guardismo psicoanalítico de Sigmund Freud.
Con la publicación de
Tres maestros:
Balzac, Dickens, Dovs-
toievski
(1919),
La lucha contra el demonio
(1925) y
La curación
por el espíritu
(1931) Stefan Zweig entra a la riqueza del pensa-
miento occidental en su faceta de crítico literario, dando pie a una
visión del hombre y de Europa en sus aspectos decadentes. En ellos
habla de la grandeza del genio creador, como fue el caso de Frie-
drich Nietzsche y Friedrich Hölderlin y Heinrich Von Kleist que ter-
minan en el vacío:
El demonio es, en nosotros, ese fermento atormentador y convulso que
empuja al ser, por lo demás tranquilo hacia todo lo peligroso, hacia el
exceso, al éxtasis, a la renunciación y hasta a la anulación de sí mismo.
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4 
Ibíd
., p. 46.
5 
S. Zweig,
La lucha contra el demonio
. Barcelona, Plaza & Janés, 1961, p. 7.
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