Contra un Diseño Dependiente - page 172

Evaluación del significante:
es cosa sabida que el significante constituye
el aspecto formal y material del mensaje, es aquello que tenemos ante los
ojos: el cartel, el edificio, el objeto, etc. Un primer análisis acerca del signifi­
cante se da a partir de la coherencia formal, la cual varía según el tipo de di­
seño que nos ocupe: en el arquitectónico jugará un rol preponderante la
distribución de los espacios y el tratamiento de los materiales; en el industrial
entrará en juego la forma del objeto que, vale la pena reiterarlo, debe consti­
tuir un todo con la función real del objeto; en el gráfico existen desde hace
tiempo orientaciones muy precisas en torno al logro de una correcta compo­
sición.
Es necesario dejar en claro que la coherencia formal juega siempre un papel
fundamental en todo mensaje y que no se puede prescindir de ella sobre to­
do si se tiene en cuenta que el usuario busca, y con derecho, una cierta frui­
ción en cualquiera de los diseños que le presenten. El problema está, lo
sabemos, cuando la búsqueda de la coherencia se convierte en una coar­
tada para atraer al consumidor. Ya sobre el "styling" y el "kitsch" se ha escri­
to lo suficiente por lo que no es preciso insistir aquí ahora en tales temas.
Lo que no se puede dejar de lado es que en el producto mismo comienza el
proceso significativo y que este último debe estar, según consideramos, lo
más cerca posible de la función real de tal producto, lo cual no implica recha­
zar una dimensión estética absolutamente válida y necesaria.
Evaluación del significado:
si por este término entendemos lo que se ha
dado en llamar las imágenes mentales, hay que recordar que tales imágenes
no funcionan como simple y fría interpretación de la realidad sino que están
teñidas por los códigos que cada quien maneja.
Dicho de otra forma: el producto puede ser evaluado por el diseñador a partir
de sus códigos (casi siempre ocurre así) y resulta totalmente alejado de lo
que el usuario requiere. Se interpondrán entre el producto, como debiera ser
en función del usuario, las series mentales o paradigmas que maneje el
diseñador. Al igual que en la primera fase se requiere controlar al máximo
las propias imágenes mentales para abordar lo más lealmente posible un fe­
nómeno; dicho control resulta también imprescindible en esta última fase.
Esta actitud lleva a dejar definitivamente de lado la tarea tan común en la ac­
tualidad de programar las connotaciones ajenas; buena parte del diseño está
dedicado a connotar más de lo que el producto ofrece desde sí mismo. Es la
preocupación que se resuelve en dar "una personalidad" a lo diseñado. Lo
difícil es obtener este mismo tipo de evaluación en el usuario.
¿Cómo hacer para que un usuario colonizado mentalmente, acosado por
mensajes y por productos, lanzado en la vertiente del consumo evalúe el
producto dejando de lado sus series mentales? El proceso es sin duda mu­
cho más amplio de lo que pueda abarcar el diseñador, pero al menos se
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