En colaboración con especialistas de distintas disciplinas los resul–
tados que he puesto de relieve podrían estudiarse con mayor profun–
didad en otros trabajos individuales.
Como etnóloga me interesaba tanto el diario ajetreo de la plaza
como los sucesos particulares o las conmemoraciones festivas o po–
líticas que allí tenían lugar. Escuché atentamente cuando las perso–
nas que habitan esta ciudad me contaban sus puntos de vista sobre el
Zócalo; las observé mientras realizaban sus acciones cotidianas y las
seguí en sus conflictos con la vida urbana. Tales investigaciones, Yotras
similares, pudieran realizarse también en otros lugares o plazas urba–
nas. Consideraría conveniente y necesario establecer una compara–
ción intercultural de lo que es considerado en cada caso como "lo
urbano".
Cuando escogí el Zócalo de la ciudad de México como punto de
partida de mi investigación, me decidí por una inmensa explanada
al
aire libre, un "centro vacío".
Precisamente ese "centro vacío" fue capaz de crear un lugar que
atrae a la gente y al que las personas acuden en masa. Podría con–
cluirse que con la ausencia de cosas llega a representarse algo que de
otro modo no sería representable: el centro de la ciudad, "el corazón
de la nación", el "ombligo del mundo".
El centro vacío es impresionante, pero también inquietante, como
si debiera ser llenado con algo; y de hecho, es llenado continuamen–
te. Ese centro vacío deja libre un espacio para el poder, las identida–
des y los infinitos relatos. Acopié y anoté una parte de ellos, y terminé
contando una nueva historia, una historia diferente.
Por eso este trabajo termina con otra historia de la plaza. En ella
se tornan visibles las muchas capas de significado que se hallan su–
perpuestas en el Zócalo. Un día de verano de 1997 en que, como era
habitual entre semana, llegué al Zócalo por la mañana, Sofía, la bole–
ra, me preguntó si ya había escuchado la gran novedad. Desde esa
mañana varios transeúntes le habían preguntado dónde se hallaba la
grieta que se había abierto en el Zócalo. La televisión ya estaba en el
lugar. Los seguí y vi que en medio de la plancha de concreto, a unos
metros del astabandera, había una grieta de unos quince centímetros
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