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Conclusiones preliminares
inmoderadas aspiraciones de ese capital, endereza–
das en el propósito del enriquecimiento veloz, a
través de promover el reino de la especulación
monetaria y financiera con lo que provocan un
daño frecuente y enorme al sistema económico.
La ausencia deliberada de una política produc–
tiva, particularmente industrial, y la puesta en su
sitio de una excesiva des regulación, hacen prácü-
camente imposible la definición, por ejemplo, del
escenario productivo mexicano del fin del milenio.
No es sólo la posibilidad de convertirse en una
economía maquiladora, sino el riesgo, mucho más
grave, de que las decisiones económicas para el país
se adopten fuera de él.
Para concluir con el caso mexicano, es indis–
pensable referirse a la perseverante (y creciente)
inequidad, no sólo por consideraciones éticas que
algún sitio deben ocupar en las decisiones econó–
micas, sino por el efecto que produce en la opera–
ción de un nuevo mercado. La propaganda oficial
que trata de percibir al Tratado como promotor
del "mercado más grande del mundo", a partir de
sumar a la población de los tres países involucra–
dos, socializa una visión confusa y simplona que
ignora el hecho de que los mercados cobran boleto
de entrada y que, según las apreciaciones de algu–
nos especialistas, dicho boleto lo podrán pagar
menos del 10% de los mexicanos. Sólo alrededor
de ocho millones de habitantes de este lado del río
Bravo, habrán de conformar el segmento activo del
nuevo mercado, por obra y gracia de una serie de
políticas (salarial, monetaria y fiscal) francamente
regresivas.
El triunfo electoral de los demócratas en Esta–
dos Unidos, resultado de un voto de castigo a lo
que fue una docena de años de empobrecimiento
para las mayorías y profundización de la desigual–
dad, se ha hecho acompañar de una revisión a
fondo de los compromisos adoptados por el go–
bierno de George Bush, entre los que el
TLC
ocupó
un lugar relevante.
La gran locomotora que jaló a la economía
mundial desde la conclusión de la Segunda Guerra
Mundial, la vigorosa economía estadounidense, ha
dejado de jugar ese extraordinario papel, sin que
nadie ocupe su sitio. Ello ha originado una extraor–
dinaria guerra económica y comercial, que es el
fundamento de la nueva regionalización económi–
ca en curso y ha obligado a ensayar nuevas lecturas,
para la formulación de la política económica, de lo
que es el nuevo papel internacional de la actividad
económica estadounidense y de la problemática
situación interna.
Para el primer caso, se ha optado por restable–
cer las viejas prácticas proteccionistas, mientras
que, para el segundo, se ha puesto el énfasis en
juzgar a la crisis económica de aquel país como un
problema de inversión y no, como supuso el gobier–
no republicano, de consumo. En lo que respecta al
TLC,
no son pocas las resistencias que manifiesta el
nuevo grupo gobernante.
Desde la conclusión de las negociaciones,
en agosto de 1992, la bancada demócrata de la
Cámara de Representantes expresó una serie de
deficiencias (en materias laboral y ambiental) que
pondrían en peligro la aprobación del Congreso de
aquel país a lo hasta entonces negociado. El dife–
rencial en salarios y la falta de una normatividad
ambiental, fueron concebidos como formas deslea–
les de competencia, como "carnadas", según la expre–
sión del líder de la Cámara Baja, Richard Gephardt,
dispuestas para atraer a los inversionistas de Esta–
dos Unidos y a promover un mayor desempleo
interno.
Al modificarse la situación política, el nuevo
grupo negociador por la parte estadounidense,
planteó a la mexicana la condición de acordar
instrumentos complementarios sobre las agendas
laboral y ambiental, para que el poder ejecutivo
turnara el
TLC
negociado al legislativo. Ello implicó
algunas violaciones al itinerario recorrido y a parte
de lo negociado. En el primer caso se encuentra el
llamado
fast track,
que no significa sino la autono–
mía del ejecutivo para negociar y la facultad del
legislativo para aprobar, o no, lo negociado, sin
modificarlo; en el segundo caso se encuentran los
temas laboral y ambiental que, en el cuerpo del
documento negociado, se tratan como cuestiones
correspondientes a la decisión soberana de cada
nación. Al ceder el gobierno mexicano, para apre–
miar la discusión legislativa del
TLC ,
abre una enor–
me puerta para nuevas modificaciones a lo nego–
ciado, ya que los llamados acuerdos paralelos no
son sino modificaciones de gran alcance.
Los grandes problemas de la economía de Es–
tados Unidos, su efecto sobre la reorganización
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