пч ha escrilo tndavia su aulohiografi
.i
p u l i l i i a . у no ts
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probable que
itL
haterlo luviera un éxjin tim furgur.ini': en el mcrcadn
i
-ilimrial c o m o e l
.Liiiìr Stockman. Pero si quisiera
р1н1гм i
.stiibir una hiMnria parecida. Su
revisión del sistema de Servicios
S
ikm
I
i"- Hiitánitos era muy ambiciosa en
MI
primera época, y tuvo que contormiu
'.c
t o n algo muehn más discreto.
Su idea de eliminar las prestaciones familiares generales m siquiera alcan
z o
el libro verde de junio de lys.l —
i m
vinculante- - ,Su [impuesta
d e
eti-
ininacKÍn
(le! S C R P , el sistema
d e
pensiones estatales rebicHmadas con los
injiresns. dirigido principalmente a miiicres v otros trabai;tilopes con sala
rios
bajt)s. sí se incluyó, pero solo par
.i
set postpuesio en el libro blanco
del gobierno de diciembre de 1У85 —
M n e u l u n l e -
— . después de haber reci–
bido el apoyo del « M o n d a y Club —
<k-
ideología conservLidora—, el Insti–
tute oí Üireclofs y un Conjunto de iiisiiiiiciones financieras» pero con la
oposición de casi lodos los demás,
d e s d e
el " l o b b y » de la pobreza hasta las
principales compañías privadas de segums de vida y la Confederación de
la Industria Rrilánica (Financial Times,
V)
de septiembre de 1485, p, 22)
En enero de 1986 la Ley de Seguridad Social siguió al f.ibro Blanco. De
acuerdo con las declaraciones del grupo |i;irlamentario laborista ni siquiera
I;i
marginalización del S E R P sobrevivirij
.i
una victoria laborista en las pró–
ximas elecciones. E n marz(> de 1986, el boyante mosquetero neo-liberal Sir
K e i l h Joseph, por aquel entonces M i m s n o de Educación, admitió el fraca–
so,
por lo menos a corto plazo, de otro
p l a n
para desmantelar el Estado
do Bienestar: la transformación de la cilucHción en un mercado que fun-
rionará mediarle la utilización por parte de las familias de bonos a la hora
de realizar las compras. " N o es muy sencillo, les aseguro- dccia Sir Keith
a un grupo de esperanzados miembro;, del partido Т о г у , " m e habría gus–
tado avanzar por este camim>, pero
pai.i
hacerlo se
neccs¡i;i
gran cantidad
de legislación c o m p l e j a " (Times Educaiional Supplement,
7
de marzo de
ть).
Antes de la derrota de los partidarios anglosajones del dcsmanlelamien-
to
del Estado de Bienestar, era evidente que el
Weiide
(girol en B o n n a
finales de 1982, significara lo que significara, no iba a suponer un retroceso
en política social. Cualquier esperan/a que luviera en esc .sentido el com–
pañero minoritario de coalición de B o n n lue inequívocamente enterrada
por el Ministro Crisliano-Dcmócrata
d e
Asuntos Stieíales, Norbert B l u m ,
al afirmar a comienzos de IQK.'i, que la línea en la que iba a desarrollar los
seguros sociales
" П О
eia la de una segundad basica (mínima) sino una se
guridad solidaria basada en la justicia-' ( l ) i c l Z c i t 23 de mayo de 1985).
Después de ser elegido, el nuevo Primer Ministro conservador francés
Chirac manifestó en su declaración de gobierno
"SU
intención feroz (tarou-
che) de conservar la Seguridad Social-,
F
;| resultado lodavía está por ver.
( hirae
I 4 7 0
referencia a lo*- problemas riiuincicros de la Segundad Social,
pero también anunció un aumento
d e
| 4 e s l a c i " n e s p o i
familia numero
sa
<l.e Monile
111 de abril de
тЬ).
Esta información pniiii'ja del fracaso de la revolución en confr-i ,ie' E ^
tado de Bienestar tambten se ve confirmada p o r la evidencia cu.iniitaliva.
Para los siete principale; países occidentales, los gastos en segundad social
con relación al P N B aumentaron de forma continuada entre
v 1982,
pasando del 9.9 % al 14,1 í... manteniéndose a este nivel en l i s . í Para el
c o n j u n t o de la O C D E el incremento del 10.2 al 14.6 parece haber e f p e r i -
m c n t a d o un ligero relroceso en 1983. cayendo al 14,3 % ( О С П ! ' . I'»85.
p. 63) E n Japón las tran-.terencias sociales se han multiplicado pni m.is de
dos en la década de l')73 a 1983. pasando del 5.2 % del P N B со 1«73 al
11,5 % en 1983, E n G r a n Bretaña, ya bajo el G o b i e r n o de Thatcber. el
gasto público creció del 42.4 % d e l P N B en 1479al4R.O 7<. en 1 4 K 4 i O C D E .
1986. p. 181). A u n q u e una parte considerable de este a u m e n t o >e debe a
prestaciones provocadas por el gran a u m e n t o de desempleo L is transfe–
rencias directas por desempleo, sin incluir la asistencia social, explican 0,7
puntos del aumento del crecimiento de los gastos sociales entre l''''4 y 1981
(calculado a partir de O C D E . 1985, p. 84), El presupuesto de
Federal se ha mantenido estable, con una ligera tendencia a la b ; i ; j . desde
1975. Si excluimos la compensación por el a u m e n t o de desempleo bajó del
32.4 % del P N B en 1975 al 31,1 % en 1980 y al 30.3 % en 19S3 1Üundes-
minister fur A r b e i t u n d Sn?ialordnung, 1983. p 10). E n H o l a n d a , descon–
tando los costes p o r ttanvferencias de desempleo, el gasto público en pro–
gramas sociales cae en I. I puntos de 1982 a 19)í4. suponiendo en esta fe–
cha el 26.6 % de la renta nacional neta, d e n o m i n a d o r c o m ú n de las esta–
dísticas oficiales holandesas (Central B u r e a u V o o r de S l a t i s i u k
1985.
p. 316),
Stockman ofrece un retrato m u y vivo de la evolución de los piopramas
americanos de "lucha cortlra la pobreza». E n 1962 su coste alc
.in
/aba 15
millones de dólares; ba|o el mandato de K e n n e d y v Johnson aumentó cn
27 millones de dólares: ю п N í x u n y F u r d en 54 millones de dóLucs, des–
pués aumentó en 16 millones de dólares con Carter, alcanzando los 112 mi–
llones de dólares al tomai posesión de la presidencia Reagan. F'-fe u l t i m o
frenó el ritmo de crecimiento, reduciéndolos en 5 millones de dól.ires. pero
m a n t u v o el gasto de l
'^Xfi
en 107 millones de dólares, más del doble que
en el periodo Kennedy-.lohnson.
H a y muchas buenas razones para defender la idea de que hav que au–
mentar el tamaño de los Estados de Bienestar actuales para hacer frente a
importantes problemas socrales de pobreza, inseguridad y mala s.ìlud. Des–
de esta perspectiva las reducciones actuales de gasto pueden parecer sinies–
tras, Pero observando la fortaleza del Estado de Bienestar en los países ca-
pilalistas avanzados, hav que concluir que por ahora las reducciones han
sido bastante marginales con relación a la estructura del m i s m o , aunque ha–
yan podido set m u y dolorosas para algunas personas La f r u s t r a i 4 m de los
defensores del libre mercado c o m o D a v i d Stockman o Sir K c i t h Juseph es
bastante comprensible