raocrálica,
la orden unión orlodoxa monárquica, cl partido Ubera!-democrático, cl
partido socialista, el movimiento democristiano ruso, la unión democristiana de
Rusia, el partido in forni alivo-popular de Rusia, el comité "acción civil", la confe–
deración dc anarcosindicalistas, la unión dc las fuerzas democráticas de la socie–
dad "unidad por el leninismo y los ideales comunistas", la plataforma marxista cn
el PCUS, la confederación del Irabajo, el frente unificado dc los trabajadores dc la
URSS y otros. Sólo cn la pequeña Georgia aparecieron unos cuarenta partidos:
desde el monárquico hasta el movimiento "Stalm".
E l pluralismo político sc afianza en la URSS acompañado p o r procesos dolo–
rosos debidos, anic todo, a la falta dc cultura poKiica. Y no es de extrañar, pues el
Eslado ruso existe desde hace centenares de años, mientras el primer partido po–
lítico legal apareció sólo cn ]905. E l pluralismo político cn Rusia cuenta con m e –
nos de 15 años dc su existencia. Por esto se explican cn mucho hoy fenómenos ne–
gativos tales como la ola dc mítines, la denigración mutua, el extremismo y la
intolerancia, cuando un demócrata sc convierte, bajo la bandera del anticomunis–
mo, en luchador contra la disidencia. Creo que es un proceso provisional с incluso
inevitable en algo, ya que cl individuo obtiene al fin la verdadera libertad después
dc tantos años de aplastamiento dc sus derechos civiles.
H o y mucho depende de la capacidad del PCUS dc recuperar la confianza en–
tre las masas y llegar a ser la vanguardia dc la sociedad. E n este sentido, el x x v i i l
fongrcso del partido constituyó una etapa crucial. Puedo confirmarlo, ya que asis–
tí al Congreso como invitado del C C del PCUS. E l Congreso apoyó la política de
Mijail Gorbachov y de sus partidarios, la declaración programática " H a c i a un so–
cialismo humanitarista y democrático" y cl rumbo a la renovación del partido y dc
loda la sociedad cn el marco de la opción sociaiista.
Pero los destinos del país dependen dc la solución dc los dos problemas cla–
ve: cl ecúnómico y las nacionalidades.
La economía del país se halla en una situación crítica: las palancas del sistema
de administración autoritaria centralizada y de planificación total (desde ia p r o –
ducción de raisiies ha.sla la dc botones y chupones) ya no funcionan, mientras las
leyes objetivas del mercado no han entrado en vigor todavía. A todo ello deben
sumarse la inflación galopante, cl creciente déficit dc bienes de consumo, la subi–
da de precios cn el mercado libre, la disminución dc la producción industrial y de
la rcnla nacional, cl aumento de la deuda externa, la crisis ecológica, el crecimien–
to de la delincuencia, la aparición de clanes mafiosos, etcétera. C o m o resultado,
crece la tensión social que se expresa en huelgas y otros fenómenos negativos.
L a única salida es pasar a ritmo acelerado a la economía dc mercado. Sc de–
ben llevar a cabo reformas radicales, sobre todo en lo que respecta a las relacio–
nes de propiedad. La causa principal dc la crisis económica es el monopolio del
Estado sobre la propiedad, que priva al hombre dc la ligazón con los medios de
producción, descarta la posibilidad de crear unas condiciones de trabajo en las
que el interés económico del trabajador y del colectivo laboral se convierta cn mó–
vil dc la producción y del intercambio. Actualmente, la propiedad estatal sirve de
base para cl sistema de administración autoritaria que impide el desarrollo dc la
sociedad y sin cuyo desmán teiamiento es imposible cl proceso de renovación del
pafs. Y no es de extrañar, pues, q u e todos los intentos anteriores d e establecer
unas relaciones económicas normales y crear un mercado, manteniendo intacto el
monopolio del Estado sobre la p r o p i e d a d , fueran condenados al fracaso. Por ello,
la tarea primordial es transformar radicalmente las relaciones dc propiedad liqui–
dando el m o n o p o l i o estatal. D e b e m o s privatizar la propiedad, p e r o en el marco
de la opción socialista.
Es necesario tener en cuenta el hecho objetivo dc que los grupos de la pobla–
ción con pocos ingresos (unos diez millones de habitantes) tengan m i e d o a la eco–
nomía dc mercado. L a revolución garantizó la instrucción y la asistencia médica
gratuitas, las pensiones y otras formas de seguridad social. Pero c ó m o es posible
comparar las tareas de la salud pública en los años veinte (luchar contra las epide–
mias y la raorL'Jidad infantil masiva) con las que se plantean hoy y que resultan d i –
fíciles para cualquier Estado: garantizar materialmente cl desarrollo de la medici–
na moderna y de la salud pública dc alta calidad. L a sicología masiva del
parasitismo social prefiere la pobreza general, garantizada por el Estado, a la eco–
nomía de mercado con los ingresos m u y diferenciados.
E l mercado regulado y socialmente orientado debe defender los derechos
materiales dc los pobres, sobre l o d o los pensionistas. E l parlamento soviético
aprobó la disposición "Medidas urgentes para estabilizar la economía nacional y
pasar a la econoim'a de mercado". E s t o quiere decir que elaborando un programa
dc paso a la economía de mercado se prestará especial atención al contenido y cl
plazo de las medidas de estabilización, la protección sodal de los ciudadanos, la
poh'tica respecto a los precios, divisas с impuestos; la políüca cien tífico-técnica, la
creación de condiciones propicias para cl desarrollo de toda la infracslruclura so–
cial, el complejo agroinduslrial y las ramas industriales básicas; la estabilización
de la situación ecológica en
el
país.
Otro problema muy importante c o n d c r n c a las relaciones interétnicas, a la
conservación de la federación soviética sobre una base cualitativamente nueva. L a
federación fue fundada en 1V22 c o m o unión voluntaria e igual cn derechos, inte–
grada primeramente por seis repúblicas sodalistas soviéticas: Rusia, Ucraoia, Bie-
lorrusia, Georgia, Azerbaiján y A r m e n i a . Posteriormente se sumaron Kazajsián y
cuatro repúblicas de Asia Central. E n fm, a la víspera de la segunda guerra m u n –
dial, a la U n i ó n de Repúblicas Socialistas Soviéticas sc incorporaron tres repúbli–
cas bálticas, L^lonia, Lituania y Estonia, así como Moldova.
L a política stalinista respecto a las nacionalidades convirtió esta unión volun–
taria dc repúblicas soberanas, la única en la liisloria mundial, en un Estado unita–
rio, dedaró "coa trarr evolucionar ¡os" a los pueblos pequeños, desplazándolos por
la fuerza de sus lugares de rcsidenda y recortando las fronteras internas contra–
riamente a su voluntad.
L a sodedad soviética afronta h o y los amargos resultados de aquella poh'tica
irreflexiva y a veces criminal con respecto a las nadonalidades. Lamentablemente,
ya son cosa c o m ú n y corriente los conflictos intcrétnicos, incluidos los armados,
entre algunas repúblicas federadas: Azerbaiján y Armenia, Uzbekistán y Kirguzia.