Cuando José Luis Cuevas
nace (26 de febrero de
1934), el mundo se apresta
para dar el gran viraje {la
guerra mundial, la divi–
sión del mundo) y México
está por iniciar la etapa
que lo llevará a la indus–
trialización, pasando del
rancho a la capital y de la
capital a l a contempora-
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Bu e n o , r ea l men t e y o q u e r í a p r e g u n t a r l e : po r
O
q u e losé Luis Cuevas pa r t e de Mé x i c o hace....
no sé, c i n c o , seis año s , y dice q u e en Mé x i c o su
a r t e no es a q u i l a t a d o c omo deb i e r a serlo; se v a
a París, y amena z a no vo l ve r a Mé x i c o . Luego ,
no c ump l e su ame n a z a y regresa José Luis Cue–
vas . N o sé si en Mé x i c o y a ap r e c i amo s el a r t e o ¿qué es l o
que sucede? Es la p r e g u n t a , nada má s .
ue exactamente el año de 1 9 7 6 , cuando t omó l a deci–
sión firme de dejar Méx i co . En esos momen t o s era definiti–
vamen t e sincero, me despedía y o de las exposiciones en
Méx i co , y lo hice c omo los toreros, con plaza llena, en el Mu –
seo de A r t e Mode r no ; incluso con la asistencia del entonces
presidente de Méx i co , Luis Echeverría, y todos sus minis–
tros. Fue una despedida pues, s umamen t e ruidosa, en la que
se explicaron en ese mome n t o las causas que me llevaron a
renunciar a mi país. Hubo ataques por t odos lados, recuerdo
y o que asistí a un programa de televisión ma t u t i no , de
Ochoa y hubieron una cantidad impresionante de llamadas
telefónicas en las que prácticamente t odos me atacaban por
esa decisión que había t oma d o . Sin embargo, leí un largo
pliego la noche de apertura, una noche de apertura llena de
violencia: algunas gentes escribían insultos en los mu r os de
la galería donde estaban colgados los cuadros; algunos en
caxnbio, sí, también escribían elogios y pedían que nome
fuera y que no hiciera caso de t odos aquellos canallas que
me habían prácticamente obligado a dejar mi país. Todo eso
está registrado en la prensa de la época, el año de 1 9 7 6 .
Efectivamente, había un sentimiento de amargura
frente al propio país, que de alguna f o rma siempre trataba de
negar aquellos logros míos en el extranjero, y trataba de pre–
sentarme, más que nada, c omo una figura de tipo publicita–
rio, una gente ansiosa de publicidad. Me sentía profunda–
mente ofendido cuando se me compa r aba a un personaje
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