t an odioso para mí c omo puede ser Salvador Dalí, cuya ago–
nía ya empezó, hace dos años y continúa todavía. Y t o d o eso
resultaba verdaderamente hiriente para un artista que había
encontrado siempre las motivaciones para su obra, precisa–
mente en las grandes tradiciones artísticas de Mé x i c o , un ar–
tista que había sido siempre solidario con su pueblo y que
reflejaba, de alguna manera, en t oda su obra expuesta don–
de fuera (París, Nueva York, Centroamérica o Latinoaméri–
ca), sentimientos p r o f undamen t e nacionales y, s o b r e t o d o ,
una solidaridad mu y grande hacia el pueblo, hacia los despo–
seídos, hacia los marginados.
Esa ha sido la obra que yo he hecho desde que era
ni–
ño, era la obra que me representaba desde mis primeras ex–
posiciones realizadas a los 1 9 años de edad, era mu y j oven ,
e s o s i , en los comienzos iconoclasta. Un j oven q u e d e alguna
manera t r an s f o rmó la cultura de un país, que dio nuevas op–
ciones para el arte nacional; y se había enfrentado en una for–
ma abierta y valiente, en una época en que se acos t umb r aba
que los pintores de la llamada
Escuela mexicana de pintura
(todavía estaban vivos Diego Rivera y David Alfaro Siquei-
ros} defendieran sus convicciones a balazos, y que amena–
zaran a t odos aquellos que se opusieran a sus ideologías o a
su f o rma de pintar. Había un libro de David Alfaro Siqueiros
que ya por el título era en sí insolente y limitante:
No hay más
ruta que la nuestra.
No había manera pues, de pintar de otra
manera que no fuera la que ellos habían impuesto.
Era la época de mis ataques en con t r a de un estado de
cosas nacionales, actitud beligerante, agresiva, ejercida
también por m( en el extranjero durante mis primeros meses
o el primer año que resido en la ciudad de Nueva York. Allí
también ataco abiertamente la imposición de un arte abs-
traccionista, apoyado por las galerías y por el Mu s eo de A r t e
Mode r no de Nueva York, en un d o c ume n t o que envío al en–
tonces director del Mu s eo de A r t e Mode r no , de Nueva York,
A l f r ed Baar, junior; incluso después fue reproducido en algu–
nas revistas de la época, revistas norteamericanas, c omo un
ejemplo de rebeldía juvenil.
neidad universal. Eie año,
Hitler se convierte en
Führer,
pero también ese
año Mao encabeza
L a lar–
ga
marchaquedespertará
al gigante chino. Lázaro
Cárdenas llega al poder y
comienza a modificar al
país en muchos aspectos.
Samuel Ramos abre cami–
nos de exploración con su
libro fundamental
E l per–
f i l del hombre
y
l a cultu–
r a en México.
Como sím–
bolo de un nacionalismo
que habrá de agudizarse,
llega a la capital, para fin–
car su imperio y su mito, el
mariachi
de
Silvestre Var–
gas. Y con otro significado
premonitorio, abre sus
puertas el Palacio de Be–
llas Artes.
El escenario, in–
cluso el de las bellas artes,
está listo para el cambio,
que será político, económi–
co y social primero y final–
mente cultural. El hombre
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