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bólidos y de las balas de la artillería ligera y pesada
(rifles y cañones), los diseñadores militares se veían
obligados a adecuar permanentemente los elemen-
tos defensivos de las fortificaciones, mismos que se
han convertido en las características principales de
esta tipología arquitectónica. Muchos de estos as-
pectos funcionales sirvieron y fueron válidos o se
adoptaron porque se ajustaban perfectamente a las
necesidades de solución de las prisiones.
El origen
En ambas tipologías se busca tener recintos seguros,
desde el punto de vista físico hasta el psicológico:
el aspecto masivo y vigoroso de la fortaleza da una
sensación de protección de la ciudad, sus habitantes
y sus bienes, quienes permanecen en su interior se
sienten seguros.
Los penales, buscan tener bajo resguardo se-
guro a los delincuentes como una medida de pro-
tección de la ciudad, sus habitantes y sus bienes,
en este caso, el mensaje psicológico es que quienes
puedan afectar a las personas y sus bienes, están
tras de esos muros prácticamente inexpugnables.
Las primeras cárceles eran socavones o jaulas
de maderos en donde el sentenciado permanecía ex-
puesto en la plaza cívica principal de la ciudad mien-
tras era ejecutado, posteriormente fueron ubicadas
en los peores espacios residuales de fortificaciones
y palacios (sótanos, mazmorras, torres y socavo-
nes), principalmente para confinar a prisioneros de
guerra, delincuentes, enemigos del sistema político
y religioso. Poco a poco, conforme el derecho penal
evolucionaba, las prisiones iban tomando distancia
de las fortificaciones –que al avanzar la tecnología
de guerra caían en desuso- hasta formalizarse como
una tipología arquitectónica diferente, posicionán-
dose como un equipamiento indispensable para la
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