Gloria Josephine Hiroko Ito Sugiyama
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ción Mexicana, creando la falacia de que la burguesía nacional era
la totalidad del movimiento y se hubiera diluido dentro éste al pro-
ceso de desarrollo ideológico en su propio mito: ella no constituye
una clase determinada, son una revolución de todo el pueblo.
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El deseo de José Revueltas era lograr dotar a la clase obrera de
un partido real en el que no existieran las enajenaciones del anti-
guo
PCM
y de todos los partidos políticos que se hacían llamar de
izquierda. Revueltas trabaja en y con la duda metodológica. La fe-
nomenología le permite partir de una conciencia desorganizada
hacia la búsqueda de una organización de la conciencia. De nue-
vo, una ruptura política se da en nuestro autor manifiestamente
cuando funda la Liga Leninista Espartaco (
LLE
) y con posterioridad
reafirma sus convicciones cuando es expulsado de la Liga, en par-
ticular por su dogmatismo teórico.
En la cárcel escribe
Los muros del agua
y
El apando
. Dedicó
esta última a Neruda, quien escribió una carta al presidente de la
República Mexicana para que Revueltas saliera de Lecumberri. En
El apando
diserta sobre el espíritu humano. La palabra “apando”,
únicamente aparece en el diccionario de la Real Academia Espa-
ñola como verbo: “apandar”, que tiene un carácter derivado y
puede pertenecer a un sector de la sociedad, en este caso, los pe-
nales: “De este modo, la palabra que significa un encierro dentro
de otro encierro operaba en la marginalidad como parte de la jer-
ga carcelaria, tal vez ni siquiera nacional, sino específicamente del
penal de Lecumberri”.
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Cárcel que significó encerramiento, asfi-
xia, censura hasta el grado de la brutalidad criminal por parte del
Estado mexicano. Estas vivencias despiertan en Revueltas una crisis
de conciencia acerca de la existencia de Dios.
Revueltas estuvo en un reformatorio y la cárcel de Belén (“Ho-
tel del Carpio”, utilizada en los últimos años del siglo
XIX
como
cárcel nacional, que había sido el Colegio de Niñas de San Miguel
de Bethlem), en el palacio de Santiago, Tlatelolco, durante su ado-
lescencia; dos veces en las Islas Marías, en el año de 1934, por par-
ticipar en la huelga de ferrocarrileros. De esta estancia regresa con
paludismo. Después en Lecumberri (El Palacio Negro), a raíz de su
participación en el movimiento estudiantil de 1968 – del que se
11
Véase José Revueltas,
Ensayo sobre un proletariado sin cabeza
, p. 81.
12
Edith del Rosario Negrín Muñoz,
Entre la paradoja y la dialéctica: una lec-
tura de la narrativa de José Revueltas
, p. 20.
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