Luis Alfonso Martínez Montaño
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serpientes, monos o zopilotes, aparecen como presencias puras o
como términos de comparación o como adjetivos.
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Aclaremos que en
Los muros de agua
(1941) Revueltas utili-
za en pocas ocasiones la animalización. Llama la atención que el
narrador, al hablar de los presos en su traslado en tren (espacio
en el que están los personajes principales: Santos, Ernesto, Pru-
dencio, Marcos y Rosario), señale que están ciegos como peces
fuera del agua. Sin embargo, los personajes no son equiparados
a las bestias irracionales, lo cual se corrobora en la descripción de
“El Chato”, ya que el autor prescinde de los rasgos animalescos
para hablarnos de esa entidad ficticia. Asimismo, en la guerra de
mierda que sostienen los presos cuando son transportados, en
condiciones infrahumanas, a las Islas Marías, lugar que será su
prisión, el escritor prescinde de las comparaciones con animales
en una escena por demás escatológica. Sin duda, el hablar de las
necesidades físicas del ser humano, como defecar, es un terreno
fértil para exhibir a los personajes en su animalidad más prístina
porque los instintos prevalecen sobre la razón, pero no se hace
esto.
Creemos que Revueltas no deseaba obviar la degradación a la
que somete a los personajes, ya que en su primera novela está en-
sayando con los motivos que permearán su posterior producción.
Algo que sí se manifiesta con claridad en
Los muros
... consiste en
la deformación de la realidad que propone. La marca de lo grotes-
co es evidente en los personajes, claro ejemplo de ello: el subte-
niente Smith y (especialmente) Maciel, a quien la voz narrativa ca-
lifica de “sátrapa grotesco”.
Añadamos que el escritor atribuye cualidades humanas a se-
res que no pueden tenerlas (personificación) en la novela; aspecto
que también utilizará en la siguiente obra. Vale evocar a los singu-
lares puercos que se describen al inicio del octavo capítulo:
Los cerdos del subteniente Smith eran gordos, innobles como todos
los cerdos del mundo. Después de la comida se movían perezosa-
mente, con un ritmo pesado, satisfecho y actitudes que parecían hu-
manas, pero en el acto mismo y un poco antes, cuando presentían la
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Véase Evodio Escalante,
José Revueltas: una literatura del “lado moridor”
,
pp. 72-73.
Revista_43.indb 127
05/11/14 08:54