cion.il, eío que podri
.i
Иошагье la eicfantiasis del aiiijiaro,
!s ieiiómeno que puede ser abordado con planteamientos
)• soluciones disímbolos. Uno solo dc los variados aspectos
que ofrece el problema,
eí
el que hemos considerado en
esta ocasión.
Cualquiera que sea el iiilerjo que se adopte, cualquiera
que sea cl destino del amparo, es lo cierto que para noso–
tros lo.s iuristas de .México debe ser motivo dc admirativa
contemplación el denuedo heroico con que el juicio de
ampara sc presenta siempre en rada brecha, en cada sitio
donde amaga un peligro ol orden juridico nacional.
Jamás ha negado sus servicios. Y sólo una
vc7,
cn
materia agraria, no por desempleo ni por jubilación, sino
por recelo de su insobomabíe lealtad, la Constitución dio
de baja al gran soldado de ta Constitución.
Pnra la generación a la pertenezco, quedará al final,
por encíjna de todas las criticas dc carácter técnico, su
admiración por las hidalgas aventuras de! amparo.
Ha sabido jugarse lodo en cada carta, con la imper–
turbable elegancia de! jugador de raza. Y más allá del
filo de toda df íinición a manera de rubio y animoso vino
deja derramar su espuma.
Si algo ha de quedar de despedida en la linde J c ñus
palabras, sea mi voto para que, aplicando a nuestra en–
trañable institución lo que dijo el clá.sico español, "se
redu
'Cii
a unidad la muchedumbre de sus diferencias, y
quc<lnndo no mezcl.idas, so mezclen, y permaneciendo
muchas, no lo sean, y p
:iia
que exlendióiidosc,
y
dcsple'
gándiise delante los ojos ta variedad y diversidad, venza
3'
reine y ponga su silla la unidad sobre todo".
Sean esas tastcllanísimns palabras dc fray Luis dc
lycón alivio
V
descanso de las mías.