común en el siglo
XVIII,
pero representaba un
lujo el contar con suntuosos cuartos de baño
equipados con bañeras ostentosas dentro de
una decoración de gran refinamiento. El cuar–
to de baño de aquella época contaba con dos
bañeras, una para lavarse y otra para "aclarar–
se" (es decir, para quitarse los restos de aceite
y especies utilizados en el proceso del lavado
corporal). Antes de la Revolución Francesa, el
Palacio de Versalles contaba con más de cien
cuartos de baño, los cuales fueron desmante–
lados en el siglo
XIX.
Se sabe que la reina
María Antonieta solía bañarse con cierta fre–
cuencia - hasta cinco veces a la semana-. pero
su excentricidad la llevaba a no utilizar más
que en una sola ocasión cada bañera
41
.
Con relación a la satisfacción de las necesi–
dades corporales, fue durante el siglo
XVIII,
cuando se inventa el retrete o inodoro de vál–
vula en Inglaterra. Aunque los ingleses acep–
tan el retrete de agua corriente como una no–
vedad, su uso se generaliza primero en
Francia. Parece ser que los primeros intentos
para diseñar retretes con agua corriente datan
de principios del siglo
XVII,
pero
Patentes
Británicas
no concedió ninguna patente sobre
este tipo de aparatos hasta el año
1775".
La aparición del retrete responde a las con–
diciones sociales predominantes de la época y
contribuye aconsolidar las pautas de compor–
tamiento que establece el avance de los senti–
mientos de pudor y vergüenza.
Lo
anterior se
muestra con claridad en los textos sobre las
buenas maneras publicados por
La
Salle en la
primera edición de 1729, donde subraya el
precepto de hacer las necesidades naturales a
escondidas de los demás: "La decencia y el
pudor ordenan cubrir todas las partesdel cuer–
po a excepción de la cabeza y de las manos.
Debe evitarse con cuidado, en la medida que
se pueda, tocar con la mano desnuda aquellas
partes del cuerpo que no están descubiertas de
ordinario; y si resulta obligado a tocarlas, que
sea con mucha precaución. Es conveniente
acostumbrarse a sufrir las incomodidades pe–
queñas sin revolverse, frotarse o rascarse...
Mucho más contrario a la decencia y a la
honestidad es tocar o ver a otra persona, en
especial si es del sexo contrario, lo que Dios
prohíbe que uno mire incluso en uno mismo.
Cuando se tiene necesidad de orinar, es nece–
sario retirarse siempre a un lugar apartado; y,
en el caso de cualesquiera otras necesidades
naturales que puedan sentirse, la deceneia
manda (incluso a los niños) que no se hagan
más que en lugares en los que no se pueda ser
visto.
Revela gran falta de educación dar salida a
los vientos del cuerpo, ya sea por arriba o por
abajo, aunque no se haga ruido alguno, cuando
se está en compañía, y es una gran vergüenza
e indecencia hacerlo de manera que los demás
puedan escucharlo.
No es nunca decoroso hablar de las partes
del cuerpo que deben estar escondidas, ni de
ciertas necesidades del cuerpo a las que nos ha
sometido la naturaleza, ni siquiera nombrar–
las,,43.
Si bien es cierto que el mismo hecho de que
en los textos de La Salle se mencionen una
serie de preceptos con relación a la privacía
sobre el cuerpo y la satisfacción de las necesi–
dades naturales, refleja que éstos no corres–
ponden al comportamiento que tienen las per–
sonas de la época. Sin embargo, en la segunda
edición de
1774,
se nota un cambio en cuanto
a la extensión del texto dedicado aestos temas.
Ya no habla de muchas cosas que al principio
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