2.
IMPLICACIONES DEL PROGRAMA RENO–
VACIÓN HABITACIONAL POPULAR PARA LAS
RELACIONES VECINALES
2.
1
La Organización Social en Las Vecindades
La Vecindad como Modo de Vida
y
Relación Veci–
nal
Para entender las implicaciones y consecuen–
cias del programa Renovación Habitacional popu–
lar sobre las formas de organización vecinal de sus
beneficiarios, conviene recordar algunos aspectos
de su modo de vida anterior: en la mayoría de los
casos, en la vecindad. La vida cotidiana de la
vecindad se define por una serie dc condiciones
opuestas, en contradicción constante, y cuya resolu–
ción determina c! equilibrio precario cn las rela–
ciones entre vecinos.
losegurldad - confianza
Las condiciones de vida ofrecidas por la
vecindad son intrínsecamente inseguras. Por ser
inquilino, la posibilidad dc ser desalojado dc su
vivienda siempre está presente, y en la memoria
colectiva de los inquilinos quedan gravadas con ni–
tidez las experiencias de desalojos forzosos que se
han realizado en el pasado; ya sea por voluntad del
casero o para dar lugar a alguna obra pública. El
recuerdo más reciente de esto seguramente lo
constituye
el comportamiento de
algunos
propietarios inmediatamente después de los sis–
mos de septiembre de 1985, quienes aprovecha–
ron la situación para acelerar la desocupación de
sus inmuebles.
Cuando el contrato de arrenda–
miento es Ubre, es decir, no está bajo el régimen
de la prórroga indePrnida o de las "rentas congela–
das", siempre enste la posibilidad de que, al reno–
varse el contrato, el pago mensual estipulado ex–
ceda la capacidad económica del inquilino.
La inseguridad reside, también, en la
inestabilidad estructural dc los propios edificios.
Cada época de lluvias reclamaba sus víctimas de
vecindades derrumbadas; como testimonio de ello
y recuerdo constante de esta posibilidad, es muy
común encontrar en las vecindades cuartos clausu–
rados, con los paredes cuarteadas y sus techos ve–
nidos abajo. Los terremotos de 1985 amplifica–
ron, a escala máxima, el peligro latente de vivir en
una vecindad.
Si la vecindad, a un nivel, implica la inse–
guridad de sus inquilinos, a otro, ofrece una
serie de garantías, casi inigualables en otras si–
tuaciones habitacionales. El mismo arraigo dc
la población, el haber vivido en el mismo sitio
durante mucho tiempo, a veces por generacio–
nes, genera una confianza en la permanencia e in–
mutabilidad dc las cosas. La gente se conoce,
conoce su barrio y sabe qué se puede esperar de su
entorno inmediato. Por otra parte, la propia dis–
posición arquitectónica de la vecindad proporciona
un espacio asegurado, no tanto por un candado
en la puerta de entrada, sino por la familiaridad
entre un grupo reducido dc vecinos; un extraño se
identifica de inmediato y puede ser expulsado en
caso necesario.
Espacios compartidas: motivo de pleitos o base de
ia solidaridad coiectiva
Otra característica cuyo signo es ambi–
valente en la percepción de los vecinos, es la co–
lectividad forzosa impuesta por la vecindad. La
promiscuidad, la falta de espacios privados, tanto
al nivel familiar como personal, ta obligación en
muchos casos dc compartir servicios escasos y poco
funcionales, generan un sinnúmero de confiictos:
pleitos a propósito del consumo del agua, dc las
travesuras de los niños, de la ropa que se vo–
ló...
Por otro lado, ta vida colectiva impuesta
por la vecindad también implica ventajas. Per–
mite ta manifestación de una cultura comunita–
ria, en la forma de tas fiestas - de los quince años,
del santo patrón de la vecindad, de la boda de al–
guien - o dc solidaridad: los duelos, por ejemplo.
La solidaridad lambién proporciona ventajas más
tangibles, en la forma dc servicios cnlre vecinos:
préstamos, vigilancia de los niños. Así, la vida co–
lectiva genera una gran riqueza de relaciones, a
Iravés dc pleitos y convivencias, chismes y ayuda
mutua, amistades muchas veces formalizadas como
compadrazgos.
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