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migrantes que llegaron a la Ciudad hace más de
cuarenta años y cuyos hijos y nietos ya tienen em–
pleos calificados, incluso profesionales, gozan de
buenos niveles educativos y altos patrones de con–
sumo urbano y particular. .Sin embargo, a lo.s po–
bres dc hoy, la vecindad céntrica ofrece más bien
condiciones miserables, altas rentas y la siempre
presente posibilidad de ser desalojado^.
A los inquilinos, entonces, la vecindad
les ofrece diferentes ventajas, desventajas y ex–
pectativas, de acuerdo con la situación económica
de cada imo, el monto que pague de renta así co–
mo, por supuesto, la calidad de la vivienda que
ocupe. Tras de una aparente unidad, como sector
inquilinario, existe una gran diversidad de intere–
ses creados y expectativas hacia el futuro. Todo
ello afecta y hace más conflictiva la relación entre
vecinos.
Experiencia de Organización Vecinal en las Vecin–
dades
Las situaciones contrarias y contradictorias
anteriormente descritas, pueden explicar el rela–
tivamente bajo nivel de organización y moviliza–
ción social que se ha dado en las vecindades.
Con la excepción notable del movimiento de
inquilinos de los años veinte, los moradores de
vecindades y departamentos han tenido una par–
ticipación muy débil en los movimientos sociales,
urbanos, sobre todo en las décadas recientes'.
En la encuesta de beneficiarios del programa, sólo
el 7% de los entrevistados declararon que en su
vecindad o edificio de departamento existía una
organización vecinal para resolver los problemas,
antes dc los sismos de septiembre de 1985.
Lo anterior no significa que en las vecinda–
des los problemas nunca se enfrentaban colecti–
vamente; un 42% de los encuestados manifesta–
ron que se juntaban a propósito de ello. Pero,
generalmente, los brotes de movilización en las ve–
cindades han surgido a raíz de problemas tales
como las alzas en las rentas o amenazas de desa–
lojos; problemas que, siendo síntomas crónicos
del inquilinato central, se hacían sentir desigual y
esporádicamente.
Tampoco faltaba que alguno de los inquili–
nos se convirtiera en "líder"; una persona que ayu–
daba a los demás y se encargaba de realizar los trá–
mites necesarios para determinados fines comunes.
En (Kusioncs, esta persona manejaba contactos so–
lidarios con los "líderes" dc otras vecindades, lo
que facilitaba el apoyo mutuo dc vecinos inquili–
nos de distintas propiedades y la generaliza–
ción de los servicios de los líderes.
En relación con el liderazgo es importante
reconocer el papel fundamental desempeñado por
las mujeres, quienes, por supuesto, resultan indis–
pensables para la organización interna de las vecin–
dades. Este papel, por cierto, generalmente no
tiene el reconocimiento merecido cuando se trata
de asuntos que van más allá del zaguán. La ex–
cepción a esta regla es cuando, tratándose de in–
quilinos pertenecientes a una organización más
amplia, el liderazgo de la mujer es reconocido e im–
pulsado.
No todas las vecindades, sin embargo, te–
nían sus líderes; algimos inquilinos, inclusive,
veían en el propietario o en la portera el principal
interlocutor para la resolución de sus problemas.
(Véase el cuadro no. 2.1). Evidentemente, esta
posibihdad desapareció en los nuevos condomi–
nios vecinales de Renovación Habitacional Popu–
lar, en los quc,por lo pronto, todos son propieta–
rios.
En resumen, la gran heterogeneidad de
posibilidades, intereses y expectativas en torno a la
vivienda alquilada, ponía límites a los alcances de
las organizaciones vecinales en el centro de la
Ciudad. Esla carencia de capacidad organizativa
ha contribuido a las dificultades enfrentadas en la
implementación de programas y proyectos previos
de mejoramiento habitacional en las vecindades, ya
sea de rehabilitación o de construcción nueva,
(Véase el capítulo 1.2) Un ejemplo de ello serían
los casos, bastante comunes, dc intentos de ad–
quisición de una vecindad o edificio de departa–
mentos, para la obtención de un crédito de mejo–
ramiento habitacional, que han sido frustrados a
causa de la negación dc uno o dos inquilinos