Es prohabiu que muthos dc Itis aspectos
negativos dc esla vida colccliva no se deriven tan–
to del hecho mismo de compartir espacios y servi–
cios, sino por la mala calidad de los mismos: la es–
casez, del agua, la insuficiencia dc las instalacio–
nes, lo reducido de las viviendas. Sin embargo,
también es probable que parle del espíritu co–
lectivo y de solidaridad se deba precisamente
al hecho de compartir eslos problemas; y que, ima
vez solucionados los mismos al nivel de las
necesidades individuales, estas formas de relacio–
nes vecinales necesariamente tendrán que dar lugar
a otras.
Relación Ambigua con el Propietario
Aunque no en todas las vecindades se cono–
ce personalmcnle al propiclario, é.sle deja sentir
su presencia cimstante. Dicha presencia .se mani-
ficsla. ya sea personalmente, o bien - y cslo cs lo
más común - a través de "la portera", quien
cuida los inicrcscs dc su palrón(a) y lo(a) mantie–
ne informado(a) de todo lo que sucede en la ve–
cindad.
Por ejemplo, le informa cuando algún
vecino traspasa o sub-arrienda su vivienda e, in–
clusive, cuando se pretende hacer una repara–
ción o ampliación de la construcción, prácticas
que están prohibidas y reprimidas en casi todas las
vecindades.
La portera. Je hecho, goza de una autori–
dad
a que se manifiesta de diversas mane–
ras.
Al cobrar ia renta mensual, evidcnlemcntc
puede ejercer cicrlo poder de negociación en tor–
no a ello. Pero lambién, esla autoridad a veces
se extiende a prácticas francamente represivas:
cl difundir chismes dañinos acerca dc algún inqui–
lino, o castigarlo con no dejar que alguien enlre a
la vecindad después de determinada hora.
Al
lado dc esta relación conflictiva,
tanto con el propiclario como con la portera, exis–
te olra actitud hacia ambos. En fin de cuernas, es
el propietario el reponsable del edificio - aunque
csca.sas veces cumpla con esla responsabilidad - y
ios inquilinos, sobre todo aquellos con 'rentas
congeladas" saben que el monto de la renta no le
representa ganancias muy elevadas.
Por otra parte, la portera, con lodo sus
prácticas irritantes, actúa como el guardián de la
vecindad; vigila la entrada, se da cuenta de quién
entra y de quién sale, registra si las personas lle–
van algo en la mano y, en general, contribuye a ga–
rantizar la seguridad de los vecinos.
Disparidad Económica entre los Vecinos
Como se ha visto en el capluto anterior,
existe una gran heterogeneidad socio-económica
entre los inquilinos de las vecindades. La
ma–
yoría de ellos liene garantizado un ingreso sufi–
ciente para el sustento básico dc la familia y,
con los ingresos adicionales derivados de activi–
dades comerciales, trabajos de diversos miembros
de la familia, y otras eslralcgias, no precisamente
"de subsistencia", logran obtener niveles de con–
sumo relativamente buenos. Sin embargo, otro
sector de los residentes de las vecindades pade–
cen situaciones económicas sumamente precarias,
ya sea por el desempleo, la inestabilidad de empleo
o la insuficiencia del salario, o bien por moti–
vos familiares, como es el caso de las mujeres solas
con hijos, por ejemplo.
Paradójicamente, por lo general, son las
familias con mejores condiciones económicas, las
que llevan muchos años de vivir en el barrio y
que probablemente pagan una 'renta congelada",
las que tienen que gastar menos por concepto de
su vivienda. Las familias más pobres - las recién
llegadas, la población flotante, las personas con
inestabilidad familiar, que llevan menos ti,;mpo co–
mo residentes del barrio - generalmente son los in–
quilinos que pagan rentas mensuales mayores.
La solución habitacional de la vecindad,
entonces, plantea una situación que pone en tela
de juicio las teorías que afirman la idea de "la
vivienda como vehículo de movilidad social"
(Turner 1976). Indudablemente,
la vecindad,
como vivienda céntrica a bajo costo, ha permiti–
do el ascenso social de los pobres de ayer, de los