Los suicidad en la literatura - page 126

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Tema y Variaciones de Literatura 40
minó; todos los monstruos que había visto se despojaban de sus for-
mas extrañas y se convertían en hombres y mujeres o en peces y pá-
jaros de formas conocidas”.
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Los médicos de la época lo auscultaron, lo atendieron, diagnos-
ticaron: su mal es: “Demoniomanía”.
Y él, mientras, seguía tropezándose, sin un centavo, en aquellas
calles lúgubres, de un París muy antiguo, de barracas de ecos me-
dievales, calles que constituían verdaderos acertijos del demonio,
en donde amasaban los pobres sus miserias, en donde se respiraba a
excremento cuando no se untaba el ser en indistinguibles viscosida-
des vertigando el asco.
—¿Y por qué le diagnostican como mal el de “Demoniomanía”?
—Porque él mismo afirma que “sostiene comunicaciones demo-
niacas y que es un profeta anunciado por el Apocalipsis”.
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Camino hacia mi descanso pero la langosta es lenta, despreocu-
pada, no le importan los orinales que se vacían a nuestro paso. Para
evitar estos perjuicios en varias partes ya abrieron canales, e incluso
muchos de ellos ya no permanecen al aire libre, se ha creado un sis-
tema de cloacas, pero las cloacas no nos liberan de estos olores nau-
seabundos. Los deshechos arrojados desde las sillas para regir se
guardan abajo, en depósitos de excrecencias que por las noches se
hacen llegar a los grandes conductos de la ciudad para desalojar
todo aquello, pero no obstante, entre los pobres, todos los días con-
viven la peste, la sarna, el cólera, la tuberculosis, revueltos con los
malos olores…
Llevo la cinta azul en la mano, me detengo, no paso más allá de
Aquerón, aún no, es el río de fuego del que ya no se regresa, es el
infierno si éste de acá no es. Pero si éste es, para qué juntar los dos
desde hoy. A veces no se pisa acera de piedra, se pisa lodo, pero hay
que caminar. Ayer arranqué un pedazo de periódico y leí algo que
firmaba el Visconde de Launay:
Qué feo es París después de un año de ausencia. ¡Cómo se ahoga uno
en estos pasillos oscuros, estrechos, húmedos y fríos a los que nos gusta
llamar calles de París! Uno pensaría que se encuentra en una ciudad
5 
Cf. Ibíd.
, p. 406.
6 
Cf.
Ibíd.
, p. 13. Carta de G. de Nerval a Ida Ferrer (esposa de Alejandro Du-
mas), 1841.
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