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Tema y Variaciones de Literatura 40
ensayo
Los iluminados,
las novelas cortas
Las hijas del fuego
, la no-
vela fantástica
Aurelia
; la poesía recogida en
Las Quimeras
.
Faltaban tres años para que el poeta Nerval muriera cuando Na-
poleón III comisionó al Barón de Haussmann con el fin de que aca-
bara con las cloacas y diseñara el París moderno que hoy todo mun-
do conoce. Como cualquier supuesto acto de modernidad, el Barón
aprovechó el encargo para engrosar su bolsa en forma desmedida y
a su vez para trazar una ciudad que no terminaba con la pobreza,
con la miseria ni con las epidemias, tan sólo las desplazaba a las ori-
llas de las orillas.
Una vez desplazados los trabajadores se aprovechó también
para diseñar una urbe que impidiera a los ciudadanos el recurso de
tender barricadas contra los malos gobiernos. Se abrieron grandes
avenidas, para favorecer el comercio pero también para que por
ellas pudieran avanzar los grandes ejércitos para aplastar los movi-
mientos populares, como se vio pocos años más tarde cuando por
esas avenidas creadas por Haussmann, el genocida Adolphe Thiers
aniquiló a la histórica Comuna de París. Pero en las orillas de las
orillas prevalecían insistentes el hambre y la miseria, como las que
llevaron al suicidio, en parte, a Gérard de Nerval.
Pero eso vendrá después, ahora yo, Nerval, me ahogo en la mi-
seria y el abandono cuando no en el peregrinaje de hospital a hospi-
tal siquiátrico. Vi a Dios muerto como ya lo habían visto en Alema-
nia Jean-Paul Richter y lo poetas alemanes. Jean-Paul ya nos había
advertido supuestamente en la voz de Cristo: “He recorrido los
mundos, subí a los soles y volé con las vías lácteas a través de los
desiertos del cielo, pero no hay Dios. Bajé lejos y profundo, hasta
donde el Ser proyectaba sus sombras. Miré al abismo grité: ‘Padre,
¿dónde estás?’, pero sólo escuché la eterna tempestad que nadie go-
bierna; y el brillante arco-iris formado por todos los seres estaba
ahí, sobre el abismo, sin que ningún sol lo creara y se derramaba
gota a gota. Y cuando alcé la mirada hacia el cielo infinito buscando
el Ojo de Dios, el Universo fijó en mí su órbita vacía, sin fondo; la
Eternidad reposaba sobre el Caos, lo roía y se devoraba a sí misma
—¡Griten disonancias, dispersen las sombras ya que Él no es!”
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Jean-Paul Richter, “Discurso de Cristo muerto desde lo alto del Edificio del
Mundo, no hay Dios”, citado por Issac Moctezuma Perea, en
Nihilismo y romanticis-
mo; alcances de la muerte de Dios y la transvaloración en Nietzsche
, en: http://
. [Consulta: 15 de agosto de 2013.]