Los suicidad en la literatura - page 257

Alejandra Sánchez Valencia 
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pleo. Hubo una pequeña situación de encrucijada pues salieron dos
oportunidades, una mejor que la otra pero había que esperar y ya
había dado su palabra a la oferta menos conveniente, todo se resol-
vió de manera satisfactoria, lo que le demostró que a veces se trata
de pruebas de “carácter y valentía”.
El 29 de noviembre, día en que Louisa May cumplía 26 años,
hizo una reflexión de lo que había sido ese 1858, qué les había de-
parado como familia y a ella en particular. Tras la terrible desespe-
ranza y “visión de túnel” que llegó a tener, fue providencial aquél
sermón de Parker luego de tomar la decisión valiente de seguir con
la vida y enfrentar el presente. Una vez abierta esa visión, es cierto
que los problemas no habían terminado, que los acontecimientos
definitivos no tenían marcha atrás (como la muerte de “Lizzie”);
aún tenían la deuda hipotecaria, el comentario contundente del edi-
tor James T. Field, y la necesidad de trabajar en cualquier labor dig-
na que hubiese en aquel siglo
xix
, lo mismo de sirvienta que de
costurera o institutriz. Pero algo mucho más profundo, el amor a
Dios, a sus padres, la esperanza en sus capacidades —no obstante
el entorno poco favorable del momento— y el trabajo, le sirvieron
como fuerte ancla para enfrentar el futuro:
El año que pasa nos trajo la primera muerte y esponsales; dos aconteci-
mientos que cambiaron mi vida. Me doy cuenta de que estas
experiencias me llegaron hondo y me cambiaron o hicieron que me de-
sarrollara. Lizzie me ayuda espiritualmente y un poco de éxito hace que
tenga más confianza.
Ahora que mamá está demasiado cansada como para molestarla
con mis estados de ánimo, tengo que manejarlos sola y estoy apren-
diendo que el trabajo de cabeza y mano es mi salvación cuando la des-
ilusión o el agotamiento son una carga y oscurecen mi alma. (La tra-
ducción es mía)
Durante mi pesar, creo que de manera instintiva me acerqué más a
Dios y hallé consuelo al saber que con certeza él estaría para ayudarme
cuando nada más lo hiciera.
Un gran duelo me enseñó más que cualquier ministro y cuando me
sentí más sola, encontré refugio en el amigo Todopoderoso. Si esto es
experimentar la religión, ya lo he hecho, pero creo que es sólo una lec-
ción que uno debe aprender mientras llega, y estoy feliz de saberlo.
Después de mi arranque de desesperación, parece que soy más va-
liente y alegre, y que voy andando con un buen corazón. Espero que
dure, puesto que necesito todo el coraje y alivio que pueda obtener.
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