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Tema y Variaciones de Literatura 40
Tiempo después nace la niña que ambos esperaban y la obra ter-
mina como un canto a “todas las hermanas”, a todas las mujeres de
todos los colores, credos y posición social. Es una especie de comu-
na utópica que da sentido a la existencia de Christie.
Conclusión
El tema del suicidio es complejo por todo el espectro de posibilida-
des que se abren para su motivación y que pueden ir desde los tras-
tornos psiquiátricos hasta cuestiones de honor (como en el caso de
algunas culturas orientales) o bien la desesperanza, la falta de una
visión que considere posibilidades con lo que se ensancharía ese tú-
nel del pensamiento que casi queda ciego agudizando el desaliento
y la sensación de estar indefenso.
Puede haber muchas otras motivaciones para su ejecución. En el
caso de Louisa May Alcott habían transcurrido dos años de agonía
para su hermana Elizabeth quien finalmente murió. A pesar de lo di-
fícil del momento, consideró que la muerte era liberadora para “Li-
zzie”, y para ella “una gran maestra”. Redimensionó el estatus de su
hermana, quien siempre fue “el ángel de la casa” como un espíritu
que la acompañaría. El otro duelo, el anuncio de la boda de Anna,
su confidente y hermana mayor, si bien es cierto que en el momento
resultaba una “pérdida”, en realidad era un rito de pasaje hacia la
vida, era provocar el ensanchamiento de la familia. Anna y John
Pratt tuvieron dos hijos, Frederick y John, quienes fueron la alegría
de la autora, sus hermanas y los abuelos.
Es cierto también que si Louisa aspiraba a ser reconocida como
escritora debió haber sido muy duro para ella recibir la crítica del
editor James T. Fields, pero lo que ocurrió diez años después nos
habla de algo aún más importante que la opinión de un editor y es la
recepción del lector.
Louisa May Alcott pertenecía a una familia devota, aunque de
práctica diferente porque su círculo estaba conformado por disiden-
tes de la Iglesia Unitaria. La autora, desde muy chica, después de
realizar una carrera a campo traviesa y en soledad, tuvo la sensación
de la presencia real, amorosa e invisible de Dios. Tenía 13 años en
1845 y escribió en Concord, aquél jueves, haciendo una descripción
de lo sucedido: