Carlos Gómez Carro
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las muchachas a la vista de quien las goza con los cinco sentidos.
En González-Blanco, la provincia es el fin; en López Velarde, el
principio. En éste, ejercicios al modo del pintor que se recrea sobre
una naturaleza muerta o del músico que afina sus dedos al recrear
una pieza sobre el teclado; ejercicios de los que hará, de cualquier
modo, después un agudo balance crítico, en unos versos conocidos:
“(en abono de mi sinceridad / séame permitido un alegato: entonces
era yo seminarista / sin Baudelaire, sin rima y sin olfato)”. Influen-
cia preliminar, también, al vértigo revolucionario, que lo hará em-
beberse de una íntima “zozobra” y lo hará voltear hacia otras fuen-
tes que definan mejor su experiencia existencial y poética (incluso
la política).
En este caso, inquieta un tanto el veredicto que hace Octavio
Paz acerca de este influjo. Señala que no sólo emplea el escritor de
Jerez a la provincia como tema, de modo semejante a como el poeta
de Cuenca lo hace, sino que se apropia, casi, de su vocabulario, y es
lo que resulta excesivo. Pues basta examinar el copioso volumen de
Poemas de provincia
de González-Blanco —el único que publica—
para advertir que su lenguaje es casi llano, directo, sin mayores con-
flictos de interpretación y, marcadamente, sin la complejidad retóri-
ca del escritor mexicano, y a esto, que es evidente, Paz le presta
poca atención. Procura, incluso, subrayar la semejanza que sólo en
la superficie existe y sobre lo cual López Velarde experimentaba de
una manera consciente en un momento de evolución de su trabajo
poético. Dice Paz:
11
“La misma escena, los mismos sentimientos y,
como subraya Noyola Vázquez, ‘casi el mismo léxico’ en López
Velarde”.
12
En el último de los ejemplos comparativos propuestos
por el autor de
La estación violenta
,
13
apunta: “Dice González Blan-
11
Paz señala en su estudio: “Alfonso Méndez Plancarte tuvo el mérito de mos-
trar las huellas de Nervo en la poesía de López Velarde; la célebre línea: ‘ojos inusi-
tados de sulfato de cobre’ aparece antes en Nervo: ‘unos ojos verdes, color sulfato de
cobre’. López Velarde transfiguró el verso con la simple substitución de un adjetivo
redundante (
verdes
) por otro que nos advierte de la rara belleza de unos ojos. Así vol-
vió misteriosa una observación banal”. Lo mismo hace López Velarde con los ejerci-
cios poéticos de González-Blanco y eso no intenta verlo Paz: los transfigura y di-
mensiona, los provee de una complejidad que no tenían como tema. O. Paz,
El
camino de la pasión: López Velarde
,
op. cit
., p. 12.
12
Ibíd
., p. 14.
13
O. Paz cita: “Tardes de lluvia en que se agravan”, cuando es “Tarde de lluvia
en que se agravan”. Reúne, además, versos de dos distintos poemas de López Velar-
de, sin advertir de esto al lector: “Altas / y bajas del terreno que son siempre / una
broma pesada... / Tardes de lluvia en que se agravan / al par que una íntima tristeza /