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Tema y Variaciones de Literatura 40
En este caso, lo vacuo no es que se prolongue la castidad de la
amada o que persista la inclinación del poeta por mujeres de ese es-
tilo, o no sólo es esto, pues la complejidad siempre está presente,
sino la posibilidad de que esa castidad nada signifique, lo mismo
que su persistencia; el que su inclinación por separar el amor a
Fuensanta o a Margarita Quijano, del amor a la carne, resulte una
paradoja irresoluble y el aviso de un destino funesto. Algo que no
ha sido bien valorado de su poema “El sueño de los guantes ne-
gros”, no es sólo que se vele el misterio de la carne en cada hueso
de la amada, sino que él mismo no sabe si en su sueño está muerto:
“para volar a ti, le dio su vuelo / el Espíritu Santo a mi esqueleto”.
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El sueño, sabemos, es una alegoría de Paolo y Francesca, los
amantes que habitan el segundo círculo del
Infierno
de Dante y
cuyo pecado ha sido el adulterio. Se aman y están juntos, pero,
como llama la atención Borges,
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les está vedado hablarse y esa es
la condena a su amor equivocado. La imposibilidad de poder con-
versar (ella es quien habla con Dante en nombre de los dos) debe
entenderse como la imposibilidad, impuesta por el castigo otorgado,
de en verdad amarse, no obstante seguir enamorados; en eso consis-
te el infierno para ellos. Ese es el horror del sueño velardiano y que,
de súbito, halla en su visión; el que después de muerto encuentre a
su amada, pero su amor siga igual de imposible. Los guantes negros
aluden a esa alegoría, son la barrera simbólica, como a Francesca y
Paolo hablarse, que les impide estar completamente juntos. Sueño
profético que además le indicaría al “idólatra” que habría sido con-
denado al infierno por lujuria. El verdadero enigma de los guantes
sería, entonces, saber si ella también habría sido condenada. Esa es
su pesadilla y su pesar mayor, que la muerte se vuelva en su contra
y ya no sólo la vida y en ello arrastre a su amada.
Los sueños se le aparecen como enigma a revelar. Lo mismo que
los juegos de mesa que tanto lo inquietaron, sobre todo, por el para-
lelismo que encontraba entre ellos y su poesía; entre ellos y su vida,
y la del país mismo:
tus minas el Palacio del Rey de Oros
[...]
Como la sota moza, Patria mía,
37
“El sueño de los guantes negros” (SC), p. 258.
38
Cf
. Jorge Luis Borges, “La divina comedia”, en
Siete noches
, México,
fce
,
1980, pp. 21-25, especialmente.