Los suicidad en la literatura - page 93

Carlos Gómez Carro 
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en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería
[...]
y oigo en el brinco de tu ida y venida
oh trueno, la ruleta de mi vida.
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A reserva de un examen mayor, el azar del juego se desarrolla como
trasfondo de “La suave Patria”. La fortuna del “Rey de Oros”, equi-
distante de la fallida apuesta de la “sota moza”, que siente suya en
los días fatídicos que preceden a su muerte, y el delirio de la ruleta
(en un trueno no sólo metafísico o celeste, como se verá). Me pre-
gunto, ¿serían deudas de juego los quinientos pesos oro que debe a
su amigo Ignacio Gastélum (el mismo a quien dedica su poema “El
retorno maléfico”), deuda que encarga pagarle, en el lecho fúnebre,
a su hermano Jesús, suceso que éste nos refiere muchos años
después?
40
Tal deuda debió crear una angustia especial en el poeta,
y un alivio, cuando su muerte no tenía remedio, el saber que de
cualquier modo se resolvería. Deuda que agregaba a la del traje y el
alimento diario. En alguna ocasión, se queja de la escasa venta de
La sangre devota
, siendo que él, como todos, come todos los días.
Aunque de esta circunstancia no surge su obsesión por los juegos de
azar, pues ésta aparece desde sus años tempranos:
mirando que de la mano anacoreta
era la propia que en la feria anual
aplaudía en el coso
39 
“La suave Patria” (SC), pp. 261, 263 y 262.
40 
Refiere Jesús López Velarde: “Una noche, estando solos, me dijo que tenía
[Ramón] una deuda de quinientos pesos que le había prestado don Ignacio Gastélum;
me pedía que yo la liquidara ya que él no podía hacerlo. [...] La deuda con don Igna-
cio no me dejaba dormir, eran quinientos pesos oro y ya se imaginará para reunirlos.
Después que cobré el pago de marcha de Ramón, me dirigí al despacho de don Igna-
cio Gastélum [...]. Al hacerle saber al licenciado Gastélum el motivo de mi visita,
éste dijo que no era verdad, que Ramón no le debía ningún dinero, que seguramente
estaba fuera de sus facultades al pedirme que le liquidara la cuenta. Me mortifiqué
cuando me dijo: ’No pensé que me causara esta molestia, doctor‘, pero a mi insisten-
cia no tuvo más remedio que recibir el dinero.” ¿Por qué la “molestia” de Gastélum?
Quizás pensó que la evolución que tuvo la deuda de López Velarde con él, hasta la
cifra mencionada, pudo ocasionar la prematura muerte del poeta, ¿si no, por qué su
negativa a reconocerla, para finalmente aceptar la suma? G. Appendini, “Las últimas
horas de Ramón”,
op. cit
., pp. 147-148.
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