Tomás Bernal Alanís
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Y como nos lo recuerda el gran escritor y poeta polaco Zbig-
niew Herbert:
Es sensato empezar a visitar un país, no por las capitales o las ciuda-
des marcadas “con tres estrellas” en la guía, sino precisamente por
una provincia apartada, descuidada, abandonada por la historia.
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III
LOS LUGARES Y LAS COSAS
Paradójicamente ese abandono del que nos habla Zbigniew Her-
bert es la puerta de entrada para conocer y acercarse al mundo li-
terario de Severino Salazar: Tepetongo. Con esta novela el autor
pone el nombre de Zacatecas en las letras mexicanas de finales del
siglo xx y crea el universo de Tepetongo entre las más admirables
ficciones literarias de fin de siglo.
Novela de evocación, de regreso al terruño, a ese espacio geo-
gráfico y mental que no ha desaparecido totalmente del imagina-
rio memorístico del autor por reconstruir un hecho del pasado.
Entre el paso del tiempo y los hechos, el arquitecto regresa a su
Ítaca para recordar:
Porque estoy dispuesto a emprender un viaje a través de las callejue-
las y valles que rodean ese pueblo para rescatar toda una historia que
aconteció hace como veinticinco años. Y tienen que hablar los luga-
res y las cosas, pues la mayoría de las personas de esa época ya se
fueron.
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Es una novela que nos transporta por los lugares y las cosas con
una perplejidad de asombro ante la naturaleza, ante lo que encon-
tramos a cada paso, esos instantes de vida que pasan desapercibi-
dos para la mayoría de la gente, que sólo son tratados por esos
seres que tienen una mirada, un olfato y un oído muy alertas para
decodificar los misterios de la naturaleza.
Esa vocación del escritor como un descifrador de la vida, de
eso que lo rodea y le da significado a su existencia. Estas sensacio-
5
Zbigniew Herbert,
Naturaleza muerta con brida. Ensayos y apócrifos
, p. 12.
6
S. Salazar,
Donde deben estar las catedrales
, p. 12.
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