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(Obras
mal,,'no hacen un
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malo. l ino qH
un
hombr<! malo hace obras
mllas.)
De suerte que de las buenas obras
(Iimo~nas,
ayunos. peni·
tendas, mortiricaciones, renuncias, prácticas religiosas, etcé.
tera) no nace el hombre bueno, sino del hombre renovado
por la fe nacen las buenas obras. Creer. tener fe, eso es lo
importante. Interceder para que Cristo asuma los pecados, la
muerte y el infierno; sólo así. mediante la fe, puede el alma
adquirir la grada, 1 .. salvación. la vid.. elerna. El hombre que
cree obrara bien y el 'lue no cree obrará mal ; quien ama de
veras (en fe y por fe) ya no peca; de aqu i el pecca
[orliler
y el
crede fortius
luteranos,que no son una in\'itadón al desenfre·
no, como vulgarmente ha sido interpretado, sino una nueva
paradoja cuyo antecedente está en San Agustín :
ama
el (a
quod
(ama y haz
10
que quieras). Porque el hombre no puede
cumplir, aunque quisier.. y se fOl'7,ara a ello, los mandJmien–
tos de la IglesiJ, y Lutero. que como monje tuvo dolorosa
experiencia a este respecto, no pudo dl'jar de pecar pese a sus
esfuerzos. Percibió que no podia cooperar por si mismo a su
salvación; que no podí:! salvarse sino ser salvado. Por consi_
guiente, más valía peear y pecar denodamente. sin remordi–
miento, contrición ni hipocrecia. "Lutero prefiere un pecador
convicto al sepulcro blanqueado de una aparente virtud",
como expresa J.L. Aranguren.
Mas para llegar a un punto de eternidad y paz con Dios. el
camino que recorrió Lutero estuvo empedrado de dificultades,
de alucinaciones, torturas espirituales, angustias y tentaeioncs.
Era IÍspero de carácter, no soportaba las contradicciones, se
dejaha arrastrar por la cólera
'1
~ufría
por
tnlel<.acce!:O~
de fu ·
na aSI como por su espíritu ;.Jn tanto envidioso. En su imposi·
bilidad de acatar estrictamente
105
preceptos llegó
~
abo rrecer
a Dios, e incluso a murmurar violentamenle contra El en
155
aquel año crucial de 1519, por no comprender bien el sentido
de un párrafo empleado por San Pablo en la Epistola a los
Romanos: "La justicia de Dios se revela en la fe y por
1 ..
fe en
el Evangelio; como está escrito. Más el justo vivid por la re"
(l.J
7).
Lutero
se
sentia pecador y en su convento agustino de
ErfuTl desesperaba y desconfiaba de que ese Dios justiciero
pudiese ser aplacado con sus mortificaciones de monje. Su
conciencia se mostraba transtornada
'1
solamente
se
tranquili_
zÓ cuando comenzó a entrever que la justida de Dios no
poseía un cancter activo sino pasivo; aquello por
10
cual Dios
en su misericordia lo justificaba en y por la fe, como está es–
crito; el justo vivirá por la fe. Desde ese momento. a partir de
esa revelación, se sintió renacer, justificado,
al
adecuar su
plena conciencia de pecador con la justa condena divina.
Para rematar lo pertinente a este segundo opúsculo de
1520, úllicarnente nos resta añadir que el ascetismo extra–
mundano (de renuncia) cristiano·medieval se convierte en
Lutero en un ascetismo intnmundano que siente a la vida
toda como misión religiosa, lo que unido a la concepción
dignificadora de la vocación
(8eruf)
transforma toda activi·
dad o trabajo en oración:
laborare
esl
orare.
La vida se mueve
tras
la~
cosas terrenas, pero con derto despego, con un senti·
do de superioridad. Dada la fuerza que Dios pone en el hom·
bre mediante la fe. el nuevo cristiano no sólo es libre sino
tamhién dueño del mundo. Esta especie de atleta moral actúa
desde arriba de su fe como un ente que
pO~
autoridad y cu·
yas obras mundanas no son dictadas por la ansiedad de la pro·
pia salvacion, sino que tienden a fructificar en medio del
prójimo como un servicio espontáneo que es la expresión mis–
ma de la libertad.
Esta libertad del cristiano
fincad~
en la fe conduce a la
negación del católico libre albedrío, porque aunque este puso
prácticamente su mayor énfasis en las buenas obras (las pia–
dosas fundamentalmente) éstas constriñeron la accióll y sirvie–
ron de poco para activar y cambiar al mundo; en cambio el
albedrío siervo del nuevo cristiano, que las negaba, le permitió
a este el afanarse ahincadamente en la realidad y en un obrar
operativo, independiente y transformador.
Hemos visto que las ideas sociopolíticas de Lutero son
francamente reaccionarias y no menos tradicionales, añada.
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